jueves, 5 de mayo de 2016

No debemos Predicar un Evangelio Fácil a Nadie



Miguel Rosell







Todos queremos que nuestros familiares, amigos y demás allegados se conviertan, es un deseo bueno y lógico. Para eso oramos por ellos, y les testificamos de Cristo.

La salvación implica el mayor de los sacrificios que Dios hizo en la Persona de Su Hijo, materializado en una horrible cruz romana.






No obstante, se olvida con facilidad asombrosa que la salvación no es un pasaporte al cielo que se puede comprar u obtener sólo con hacer una manida oración, como si se tratase de un rezo, eso sí, “evangélico”. 

Malentendiendo el asunto de la fe, esto es lo que muchos creen, que repitiendo ritualmente una “oración de entrega”, ya con eso, el individuo es salvo.

En su fuero interno, muchos bienintencionados se resisten a creer que los hay que se aprestan a repetir esa oración, por varios motivos; por miedo a ir al infierno; o para poder casarse con su novia evangélica; otros, para no estar peleando con su esposa o esposo, e incluso para agradar a sus hijos creyentes u otros seres queridos, u otros motivos interesados como estos. Motivos todos humanos que no pueden conducir a ninguna conversión a Cristo.

Muchos repiten ese "rezo" de aceptación a Cristo, y luego nada ha pasado en sus vidas, nada que muestre un fruto conforme a salvación; siguen siendo igual que antes, o peor.

Estos realmente, en cualquier caso, sólo han cambiado de religión, y han pasado de la católica de toda la vida, a la "evangélica". Van a la iglesia, así como antes iban a misa (o no iban), pero eso sí, desde los muchos púlpitos les insisten en que crean que son salvos, recordándoles que un día repitieron un rezo.

Les instan a creer, a realizar un esfuerzo de imaginación espiritual, pretendiendo que eso es fe, cuando no lo es.

Aludiendo a las palabras de Jesús, aunque mal interpretándolas, cuando usaba de aquella parábola que hablaba de ir por los caminos y por los vallados, y forzaran a entrar, para que se llenara Su casa (Lc. 14: 23), se basan desde esos púlpitos para justamente persuadirles en una fe que no es tal, y que en todo caso, sólo les empuja a una presunción, a una imaginación, a una irrealidad.

Les instan a creer para salvación, como si esto estuviera en la mano del hombre.

Les han engañado, y ellos se han dejado engañar.

No se puede hacer "creer" a nadie, no se puede empujar a “creer” a nadie, y tampoco se puede ni se debe asegurar lo que no se sabe, y lo que no se sabe es si ese querido familiar nuestro es salvo, sólo porque un día repitió un rezo "evangélico" de "aceptación a Cristo".

Olvidamos con extrema facilidad que la condición para que se produzca la salvación, es que Dios salve, y sólo lo hará a los que Él quiso salvar desde antes de la fundación del mundo, porque conoce el Señor a los que son Suyos (2 Ti.2:19).

Estos, por haber nacido de nuevo, sentirán vergüenza, repugnancia e indignación por sus antiguos pecados, y se apartarán de esa vida antigua, atestiguando con sus hechos y actitudes un verdadero arrepentimiento, el cual, sólo Dios puede producir, cumpliéndose de ese modo las palabras del Señor Jesús: "Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere" (Juan 6:44).

Por favor, no se lo pongamos "fácil" a nadie, aunque les queramos mucho, no se salvarán si Dios no lo hace, y por quererles mucho, tampoco les podremos persuadir a que se conviertan.

Oremos por ellos, démosles el mejor de los testimonios, prediquémosles el evangelio, pero sin forzarles a tomar ninguna decisión que no puedan, ni quieran tomar.

El Espíritu Santo es el único que sabe convencer, puede convencer, y convence al pecador que ha de pasar de muerte a vida.

SOLI DEO GLORIA



Fuente: http://www.centrorey.org/



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"Paul Washer y El Evangelismo Moderno" 






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