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AyA
La nueva revolución comunista no se esta llevando adelante mediante el uso de AK-47's, NO, de ningún modo.
La revolución comunista actual esta usando a los medios para implantar ideas de forma sutil de manera que la gente, en su mayoría, termine pensando en términos comunistas sin siquiera darse cuenta.
De esta manera la gente aceptará lo que viene como una lógica consecuencia en la historia "evolutiva" humana.
A continuación un excelente ejemplo de como la élite adoctrina mediante programación predictiva utilizando al periodismo actual.
Y las mayorías sin darse cuenta de que es lo que sucede realmente...
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"Hogares en tránsito. Nuevas versiones para el Home Sweet Home"
La Nación
Desafiado por la movilidad de los millennials, las transformaciones tecnológicas y la crisis económica y habitacional, se reconfigura un concepto que parecía eterno.
La idea del hogar, un concepto que hasta hace algunas décadas parecía inamovible e íntimamente relacionado con aspectos definitorios de la vida de las personas, hoy ha mutado a extremos irreconocibles, fruto de una miríada de variables culturales que hacen que lo pensemos y vivamos de manera diferente.
Lo que en algún momento estuvo firmemente arraigado en lo geográfico y a nociones como la familia tradicional se ha visto modificado por la tecnología y una creciente movilidad (se habla de "nómades digitales"), fenómenos globales como la sharing economy (economía intercambiable o comunitaria), y los nuevos hábitos de consumo y trabajo de las generaciones jóvenes, entre otras cuestiones.
¿Qué podemos esperar del nuevo "home sweet home" y cuál será su impacto en la sociedad y la economía en los próximos años?.
"Menos hijos, más tiempo en casa, viviendas chicas y con menos objetos son algunas de las tendencias de los nuevos hogares en la Argentina y en el mundo. Detrás de ellos hay un conjunto de necesidades con aristas socioeconómicas: la necesidad de frenar el consumo de cosas prescindibles, de conciliar la vida personal y laboral, y que el trabajo, donde pasamos la mayor parte de nuestras vidas, se transforme en una fuente de placer y no de malestar", resume Victoria Giarrizzo, investigadora del Instituo Interdisciplinario de Economía Política de Buenos Aires (IIEP-Baires, UBA).
Viviendas y cosas
Históricamente asociada con el origen, la pertenencia o la familia, empapando el imaginario popular a través de postales idílicas en donde la gente se reúne alrededor de un fuego o una mesa, o gracias a lo que películas y canciones dictaron durante años, la casa es uno de los primeros demarcadores identitarios.
Pero ¿cómo nos definimos si la idea del hogar está cambiando o se presenta como algo más inestable? La historia del hogar es también, en gran medida, la historia de nuestra relación con las cosas, en particular en una época donde lo físico y su valor parecen haber cedido ante el paradigma digital, o se encuentran cuestionados por movimientos anticonsumo y verdes, o modas de desapego (del budismo al decluttering de Marie Kondo y otros). Lo cierto es que como seres humanos tenemos una pulsión reconocible hacia almacenar recuerdos, valores y experiencias a través de los objetos, concediéndoles tanto una función de registro como de indicador personal.
Distintos estudios y teorías sobre la propiedad y la identidad señalan hacia el mismo lugar: poseemos cosas que nos permitan entender quiénes somos y maximizar nuestro yo. O, dicho de otro modo, proyectamos quiénes somos -y quiénes queremos ser- en lo que poseemos. Como sugiere Dominique Browning, escritora y editora de House & Garden y de numerosos libros sobre el tema, existe un íntimo vínculo y una función (de apego a la vida) entre las posesiones, el hogar y nosotros.
Claro que también podemos terminar como rehenes de los objetos físicos, que pueden definirnos en maneras no siempre positivas. Por eso el término hoarder es reconocible no sólo por los programas dedicados a los acumuladores compulsivos de la TV, sino también para entender una relación disfuncional con las posesiones. Algunos podrán sentirse a gusto con sus cosas, mientras que otros están satisfechos con tener sus recuerdos en la nube y sus libros o música en formatos digitales. Es en este contexto de abundancia, accesibilidad y compulsión donde comienzan a florecer los discursos back-to-basics, tanto en el marco del consumo como de la vivienda.
Imágenes aspiracionales
"Las nuevas generaciones viven con la sensación de que se cayeron las fronteras, es fácil trabajar a distancia, comunicarse es algo instantáneo. Estas posibilidades han ido moldeando personas con hábitos diferentes, muy nómades, que necesitan espacios flexibles que se adapten a su vida, trabajan en grupo y prefieren equipamientos desarmables y transportables -explica Gabi López, diseñadora de interiores que tiene en su estudio un área dedicada a la investigación-. No comulgan con nuestro viejo modelo de trabajar, trabajar y acumular. Vieron la explosión de la crisis inmobiliaria".
De igual forma en que las posesiones pueden establecer contornos y límites, también el espacio lo hace. Es por esto que una de las mutaciones más interesantes para observar en el último tiempo es la que promueve el desapego al hogar, o al menos a la idea tradicional, un impulso ligado a las nuevas -y menos acaudaladas- generaciones.
Si de imágenes aspiracionales se trata, pasar de la casa con varias habitaciones y cerca blanca a una prefabricada ínfima o rodante es un cambio significativo. Así, el nuevo imaginario se regodea con las tiny houses (que tienen también su movimiento, Tiny House Movement), una tendencia que crece de forma sostenida en Europa y Estados Unidos e invita a reducir lo más posible el espacio habitable de una persona. Con el leitmotiv de la vida simple (¿para qué tener una casa grande?), y con el objetivo de reducir costos, se promueve la construcción de microcasas para vivir en la ciudad o el campo.
Desde fotos de Instagram asoman casas rodantes o pequeñas cabañas con cuartos de 4x4, que sirven tanto para el deleite de los hipsters como de los que buscan un cambio consciente en relación al consumo y los recursos vitales. Más allá de la veta ecológica, los motivos para optar por las minicasas son en primera instancia económicos (pueden costar alrededor de 5000 dólares en adelante). El énfasis en lo financiero es comprensible en una movida que tiene su epicentro en Estados Unidos, sobre todo luego de la crisis de 2008, y si se observan los costos de tener una propiedad y el nivel promedio de deuda que tiene que adquirir un ciudadano para llegar a cumplir el publicitado sueño del hogar propio.
Si los jóvenes adultos crecieron con concepciones diferentes respecto del trabajo, era natural que también tuvieran ideas distintas respecto de la vivienda y la compañía. La autora norteamericana Courtney Martin se ha dedicado a analizar el discurso millennial, echando por tierra tanto la narrativa tradicional del sueño americano como los prejuicios sobre los más jóvenes. En su libro The New Better Off: Reinventing the American Dream, Martin aborda la nueva perspectiva generacional respecto del dinero, los bienes, la casa y la familia: desde su perspectiva, los millennials ya no son las víctimas de la crisis o inútiles malcriados, sino creadores de opciones en respuesta a la presión económica.
"El aprendizaje de esta recesión ha hecho revaluar dónde ponés tu energía y tu tiempo. El principal peligro no es no lograr el sueño americano, sino conseguir un sueño en el que no creés. La recesión le quitó aire al sueño, pero también expuso lo rotos que están nuestros sistemas", reflexiona Martin.
Flexibilidad
Lo que se puede apreciar en muchos de estos discursos es que se deja de hablar sólo de dinero y se pasa a pensar en términos de tiempo y esfuerzo, de proyección personal, y hasta de relaciones y nuevos arreglos socioafectivos. En ese aspecto, otro viraje llamativo de la última década es el surgimiento de opciones de vivienda que apuntan a una experiencia comunal, de los hogares multigeneracionales (en parte explicados por la vuelta al nido paterno) al impresionante aumento del co-housing o co-living. La propia Martin relata sus experiencias en una comunidad cerrada en Oakland, donde una veintena de personas comparten espacios comunes como una cocina y un área para comer, aparte de trabajar la tierra en conjunto.
"Debido a las dificultades para acceder a una vivienda, los jóvenes tienden a quedarse más tiempo en casa de sus padres -describe a su vez la diseñadora Gabi Lopez-. Estamos viendo que en las viviendas actuales conviven tres generaciones juntas. Esta fórmula necesita una vivienda que se adapte a tres comportamientos diferentes".
Así, mientras la familia extendida parece ser el nuevo signo de los tiempos, la opción del "piso compartido", popularizada por aquel film europeo de 2002, dejó de ser una moda del Viejo Continente para convertirse en boom internacional. De hecho, el número de gente de 18 a 35 que vive con roommates se duplicó en los últimos treinta años desde la década del 80 (compitiendo con modelos clásicos como vivir con la pareja o los padres), y ya se habla de todo un mercado dedicado al co-living (donde se construyen casas pensadas a tal efecto y hasta se ofrecen servicios de abastecimiento y gestión para esas viviendas). Lejos está también el prejuicio de que esta modalidad es para gente jubilada, como sucedía hasta hace un tiempo en Estados Unidos (pioneros en el tema de las comunidades cerradas para la tercera edad) o como se explota localmente con iniciativas como Vida Linda en Buenos Aires.
Así como las nociones en torno al trabajo han cambiado significativamente en la última década, también han impactado en la concepción del hogar, permitiendo, irrupción tecnológica mediante, tendencias del nuevo milenio como el teletrabajo (y toda una gama de variantes entre los extremos del oficinista que marca tarjeta y el freelo). Este cambio de paradigma marca una serie de nuevas dinámicas; entre ellas, permitir una movilidad sin precedentes que habilitó la posibilidad de trabajar desde cualquier parte del mundo. En este sentido, para los millennials y la Generación Z los propios dispositivos como el celular o la laptop se han transformado en una especie de hogar temporal y transportable, donde tienen casi todo lo que necesitan.
Asimismo, la idea del hogar multifunción, no sólo como lugar de privacidad y descanso, sino también como un hub creativo y social desde dónde trabajar, crear, reunirse (ha crecido mucho también la modalidad del co-working), se hace patente en las nuevas generaciones. Eso también ha disuelto las fronteras de la "vieja" privacidad y ha producido una dualidad en el "estar": estamos en la oficina pero también en el resguardo de nuestra casa. La contracara son los espacios de trabajo, que en algunos casos tienden a estar cada vez más moldeados a imagen y semejanza del hogar (con camas, playrooms, gimnasios, jardines, etc).
Esta evolución se da tanto por cuestiones técnicas como culturales, en tanto la prerrogativa de trabajar en un cubículo ya no es limitante para los jóvenes, que buscan sobre todo flexibilidad en términos laborales, relacionales y espaciales. Según una encuesta de Nubelo en el rubro IT (trabajadores tecnológicos) realizada en la Argentina hace cinco años el 71% se inclinaba por horarios flexibles, algo a lo que la mayoría de las empresas le prestan atención en la actualidad. Por su parte, Matt Barrie, fundador de freelancer.com, explicó hace poco el increíble crecimiento que el sitio tuvo en Latinoamérica (en 2012 representaba menos del 2% y hoy es casi el 10%), con una base de usuarios argentinos que ronda los 200.000 (es el país de habla hispana con más usuarios) y que trabajan en su casa o en la calle.
Por último, esta movilidad constante habilita una nueva visión sobre los bienes y espacios, y cómo es posible utilizarlos: las economías colaborativas, con AirB&B a la cabeza son ejemplo de la transformación tecnológica del hogar. Alquilar, subalquilar, prestar, trocar, ya no son conceptos hippies o extraños, sino estrategias para capitalizarse.
"En 1973 el economista alemán Ernst Friedrich Schumacher revolucionó el mundo académico con un libro novedoso: Lo pequeño es hermoso. Schumacher critica allí las bases de la economía consumista occidental, que prioriza el gigantismo y enfatiza la virtud de maximizar el bienestar, y minimiza el consumo y el trabajo, con la función de darle a la gente la oportunidad de desarrollar sus habilidades, de unirse con otros y de producir sólo los bienes y servicios compatibles con una vida libre", apunta Giarrizzo sobre estas nuevas-viejas ideas que están modificando los hogares en Occidente.
A futuro
En paralelo a las discusiones acerca de qué constituye un hogar, una tragedia contemporánea obliga a examinar el dilema de los que no tienen casa: los que deben dejar sus tierras y migrar. La crisis de los refugiados, con 65 millones de personas que se trasladan alrededor del mundo y se ven inmersos en diversas problemáticas (crisis identitaria, falta de integración, discriminación, crimen y violencia), es un postergado debate.
Sin contar las migraciones internas generadas por la población que se traslada del campo a la ciudad, con los consecuentes interrogantes sobre la planificación y proyección urbana. Con este marco complejo convive el mencionado movimiento Tiny House y los desafíos que presenta para la legislación actual (se está buscando alterar el código de construcción residencial internacional para acomodar esas variantes actualmente ilegales).
Mientras tanto la llamada Generación Rent, aquellos jóvenes educados que entraron a la fuerza laboral post 2008 -y que ya se sabe generarán menos ingresos que sus padres y abuelos-, lidia con la realidad de no tener un hogar propio y contentarse con alquilar de por vida.
Pero, entonces, ¿cuán importante es ser dueño de una casa hoy?
La respuesta a esa pregunta ha variado en el tiempo, y si ser "dueños" como promovía un popular comercial de un banco argentino ya no es lo que era, tener un lugar que llamemos casa siempre lo será. Pero hoy eso puede significar muchas cosas: dónde residimos, o trabajamos y vivimos, un sitio que compartimos o un medio para trasladarnos, sea permanente o por períodos de tiempo. También puede ser un objeto, una actividad o un estado mental en cualquier parte del mundo.
El espacio donde habitamos tiene una íntima relación no sólo con cómo elegimos vivir, sino también con cómo nos proyectamos y qué imaginamos que somos capaces de hacer. Estas nuevas visiones parecen alumbrar un camino en donde los espacios sean herramientas para disfrutar y explotar, mutando según las necesidades y los contextos.
Martin Heidegger predecía una sociedad moderna conducida por la tecnología y la ciencia que privaría a la gente de la sensación del hogar, con la nostalgia como sentimiento de época. Pero tal vez, esta época nos está enseñando a encontrar otras formas de construir identidad y sentido.
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1979258-hogares-en-transito-nuevas-versiones-para-el-home-sweet-home
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¿Está usted afirmado sobre la Roca de la Salvación? Jesucristo: Dios con nosotros, quien vino a morir por nuestros pecados y nuestra maldad; quien resucitó al tercer día y vuelve en breve según su inquebrantable promesa. Isaías 55:6 Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.Isa 55:7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Juan 3:16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
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