martes, 26 de septiembre de 2017

PREDICANDO A LOS "EVANGÉLICOS": PROTESTEN… PROTESTANTES!



Ismael Quinteros Rojas


“Sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pd. 3:15).







INTRODUCCIÓN

Una de las prácticas comunes de los países y los colectivos sociales en las naciones actuales, está relacionado con la protesta. En algunos países es permitida la protesta, como expresión de malestar o desacuerdo de la población, contra entidades del estado o contra el estado mismo. De esta manera, la protesta es un recurso ciudadano o civil de desacuerdo o denuncia de sus inconformidades. Hoy día, es común ver, todo tipo de protestas. Muchas de ellas terminan en violencia, injusticia y aun en caos y muerte. Tal proliferación de protestas, lo que indican es la inconformidad de las personas, sus reclamos y desacuerdos con las políticas estatales y dinámicas de gobierno que se les aplican. Además, las protestas indican el índice de rebeldía, malestar y subjetividad de los protestantes y los gobiernos.

Premisas como: “un estado para todos” o “un estado de derecho”, son susceptibles de muchas manifestaciones de protesta. Mientras los gobiernos y las sociedades propendan cada vez por naciones incluyentes, participativas e igualitarias; el número de protestas irá en aumento. La anarquía, rebeldía y escepticismo generalizado en la sociedad contemporánea, es base real para generar protestas. Pareciera que tales expresiones callejeras, de algarabía y consignas; exacerban los ánimos de unas naciones cansadas de corrupción, olvido e impunidad.

¡No más; vamos a la calle! son consignas comunes que favorecen la protesta. Además, pareciera ser, la acción de presión última, que tiene una comunidad o sociedad abrumada por el silencio e indiferencia de sus gobernantes.

En nuestra nación es común ver ríos de personas que inundan las principales avenidas con causas que aparentemente son justas, en algunos de los casos, pero recurriendo a mecanismos violentos, injustos e injuriosos. La pregunta es: ¿se justifica protestar contra la injusticia con mecanismos injustos? ¿Vale la pena defender la ética con acciones antiéticas? ¿Validamos las protestas contra la falta de respeto a los derechos, usando consignas violentas e injuriosas? La respuesta es no. ¡No se justifica la injusticia con injusticia! ¡Ni se promueve valores con injuria y violencia! Por lo tanto, estas acciones de protestas, generan más resistencia, violencia y rebeldía.

Si buscamos el término "protestar" en un diccionario, encontraremos una definición similar a la siguiente: "es manifestar desacuerdo por algo". Por consiguiente, permítannos una gran síntesis: podemos definir "protestante" como aquella persona que, al ejercer la protesta, manifiesta su desacuerdo por algo. Cabe anotar que, a partir del siglo XVI, la palabra protestante cargó con un significado específicamente aplicado a los reformadores que expresaron o manifestaron su desacuerdo con los criterios doctrinales y tradicionales de la iglesia. Los consideró alejados del verdadero cristianismo bíblico y apostólico de los siglos precedentes.

En tal sentido, “protestantismo” es el título peyorativo que reciben los creyentes del siglo XVI, en especial Lutero, Calvino y sus seguidores, entre otros. Les llaman así, porque indican que, al no reconocer la autoridad papal, se separaron de la iglesia existente. Entonces “protestante” se refiere a la acción de los sujetos que protestan, considerándolos en este caso, sectarios o herejes. Y se considera “protestantismo” al sistema dogmático y práctico que documentaron los reformadores. Es decir, las doctrinas y prácticas que articularon como legado de la protesta o como reacción y denuncia a las doctrinas y prácticas censuradas.

Esta información es inexacta; porque los reformadores de esta época histórica, llamados por sus antagonistas “protestantes”; no se desviaron de la iglesia, ni se rebelaron contra la autoridad. El origen de su protesta fue, en razón que la iglesia estaba desviada y ellos llamaron al orden de volver a las escrituras y a la sujeción y proclamación de la verdad. Sólo desde una perspectiva correcta, podemos comprender porque los protestantes son protestantes y evitar seguir creyendo esta tendenciosa tergiversación. La pregunta pedagógica que teje este artículo es: ¿Protestan los protestantes? Miraremos tres aspectos de la protesta y seremos desafiados a retomar el carácter, contenido y naturaleza de la fe cristiana de forma coherente. ¡Es decir; protestar!


1. SU CARÁCTER HISTÓRICO

La iglesia del Señor Jesucristo; en esta era cristiana, comenzó a desviarse desde el primer siglo. Introdujo doctrinas no bíblicas y prácticas censuradas por las escrituras. Al apartarse de la verdad, vino el declive de la fe y la moral. Cristo dijo que todo aquello que se edifica sobre la roca, no se puede derrumbar jamás. “Semejante es al hombre que, al edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo mover, porque estaba fundada sobre la roca” (Lc. 6:48). Cristo es la roca y fundamento de su iglesia. “Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Cor. 10:4). “Ni aun esta escritura habéis leído: ¿La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo?” (Mr. 12:10). No podemos confundir una iglesia pecadora con una iglesia apóstata. Ni creer que la iglesia debe ser impecable. Entender que los miembros de la iglesia son pecadores, nos permite confiar que la iglesia subsiste por la gracia de Dios y para su gloria.

A lo largo de la historia de la iglesia de Cristo, tenemos registros de verdaderos cristianos que contendieron ardientemente por la fe. Tal resistencia, les hizo acreedores de atropellos, desvíos y falsificaciones ejercidas por emperadores, religiosos y dictadores jerarcas de la iglesia. No obstante, muchos se atrevieron a levantar su voz de protesta con argumentos razonables y acciones legítimas de piedad. Tal es el caso del primer gran reformador de este periodo; el monje agustino alemán Martín Lutero (1483-1546). Él manifestó su desacuerdo contra el libertinaje del clero, el pago de indulgencias y la inmoralidad monástica. La forma en que lo hizo, fue publicando en la puerta de la iglesia del palacio de Wittenberg, el 31 de octubre de 1517 las 95 tesis o postulados. Una de las principales causas desencadenantes de estas tesis, es la descarada venta de indulgencias para recaudar dinero para la construcción de la basílica de san Pedro en Roma. Siendo uno de sus promotores más feroces, el fraile domínico, llamado Juan Tetzel.

Mediante estas tesis, el reformador condenaba la avaricia y el paganismo en la iglesia, sus abusos y desviaciones. Lutero sostuvo que la salvación se garantiza solo por la fe. Además, expresó que las buenas obras y sacramentos no son vitales para la salvación. La base de la protesta de Lutero y los demás reformadores, fue la palabra de Dios. Su carácter argumentativo y desafiante contra el sistema clerical y papal, fue la verdad absoluta e inerrante de las escrituras. Todos los reformadores, en cabeza de Lutero, enviaron copias de sus argumentos a los obispos de turno, a los representantes civiles y a otros estamentos sociales y civiles de la época. Su osadía y tenacidad, fueron vistas por los gobernantes religiosos y civiles del momento, como una protesta injustificada y sin mayor alcance. Lutero, no tuvo discreción al considerar cada desviación como una apostasía o blasfemia.

No obstante, desde varios siglos antes del XVI; se escuchaban voces de desagrado y denuncia contra el poder excesivo de la iglesia, contra su absolutismo, acumulación de dinero, abusos e indiferencia contra las capas menos favorecidas. Ante la corrupción de la iglesia y su terrible desviación teológica y moral. Muchos creyentes verdaderos fueron movidos a denunciar tales errores. Al respecto, el clero o magisterio de la iglesia, rechazó las afirmaciones de los creyentes celosos de la verdad e inquietos por el desenfreno de la iglesia. En tal razón, muchos tuvieron que salir, algunos fueron muertos atrozmente y otros exiliados. De esta forma, surgieron nuevas iglesias a las que llamaron protestantes. Así, quienes protestaron y se resistieron a los edictos, dogmas y doctrina de la iglesia del momento, fueron llamados protestantes. Además, por adherirse al pensamiento de los líderes de la reforma y sus postulados doctrinales.

Ellos proclamaron fuertemente la autoridad de la biblia como única regla de fe y conducta. Y protestaron contra las prácticas anti bíblicas. Es decir, todo lo que no esté acorde a las escrituras y su doctrina histórica, es digno de protesta. Protestaron para sentar su voz sobre la salvación por gracia y la sola fe. No es necesario ninguna obra humana en la salvación. No se requiere ninguna mediación que no sea exclusivamente la de Cristo. Por eso protestantismo fue el término usado para describir a los diferentes grupos denunciantes. La reforma protestante le devolvió a las Escrituras, su lugar apropiado dentro de la iglesia y sacó a la luz la doctrina apostólica de la justificación por fe.

La base inicial de lo que propiamente son las iglesias protestantes o protestantismo del siglo XVI, corresponde a iglesias históricas de carácter nacional, como la iglesia de Inglaterra o anglicanismo; la iglesia en Alemania y Escandinavia o luteranismo; la iglesia en Francia o Hugonotes; la iglesia en Suiza, países bajos y Escocia o calvinistas y reformadas y las iglesias metodistas. Después, surgen las llamadas iglesias congregacionalistas, anabaptistas o libres, que no son consideradas protestantes, sino disidencias de las protestantes. De esta forma, podemos ver que el carácter de la protesta y protestantismo no son desafíos actuales o circunstanciales; sino la base histórica de la fe bíblica. No protestamos por razones tangenciales; sino sobre la esencia de la fe cristiana. Para que ¡protesten… protestantes!


2. SU CONTENIDO BÍBLICO

Uno de los aspectos desafiantes de la reforma protestante, no sólo es su carácter histórico, sino también su contenido bíblico. Por lo que la base doctrinal de la protesta del protestantismo se resumió en las cinco solas de la reforma. Estos postulados fundamentaron los desafíos de la fe y la práctica de la iglesia de Cristo. De forma sucinta, nos permitimos presentar el legado doctrinal o de contenido de la protesta legítima de los cristianos. Cabe mencionar, que este contenido no sólo es afirmativo de la doctrina correcta, sino que implícitamente es enunciativo. Es decir, son unos postulados a manera de slogan, que marcan resistencia, denuncia y protesta con fundamento y contenido coherente.

La doctrina de la “sola escritura” afirma que todo dogma de la iglesia y práctica de vida, necesariamente debe estar sustentada ampliamente en la palabra de Dios. Dicho de otra manera, no podemos creer, aceptar o promover nada que no esté claramente expuesto en la única fuente de autoridad y fe: las escrituras. De esta forma, se afirma la suficiencia y centralidad de las escrituras como suficientes, inerrantes y absolutas en toda controversia. Además, se denuncia toda práctica, dogma extra bíblico y tradición, que abundaban en el momento en el seno de la iglesia. Tal protesta articulada en la fe revelada de forma escrita y oficial, es contundente a la hora de controvertir y defender la verdad. Para muchos esta postura es extrema y radical, por no decir fundamentalista. No obstante, la base escritural como fundamento, soporte y guía absoluta en materia de fe y práctica, identifica la comunidad del libro. La iglesia verdadera se sostiene o se cae, dependiendo de su fundamento. Si está en la palabra, es inamovible; de lo contrario, se cae en el sincretismo y humanismo perverso. Una de las cosas que reverdeció con la reforma protestante, fue volver a la palabra de Dios y regirse enteramente por ella.

La doctrina de la “sola fe” afirma que la salvación es un don de Dios y se recibe gratuitamente por la fe en el Señor Jesucristo, autor y consumador de ella. La fe salvadora, además de ser el medio para recibir y disfrutar la redención otorgada por gracia, es un don de Dios. No es un mérito propio, ni un esfuerzo humano, y menos una obra para participar en la salvación. La fe es exclusivamente un don que viene del cielo y se nos da por gracia. La fe salvadora implica conversión, transformación y perseverancia. Imposible presumir fe sin sometimiento y seguimiento al Señor. De esta forma, afirmamos que la fe, ha de ser viva, porque el sujeto de la fe es Cristo, que venció la muerte y vive por siempre. No hablamos de un concepto, idea o práctica. La fe verdadera mira exclusivamente a Cristo y se goza en su provisión inmerecida. La sola fe, denuncia la depravación total humana y lo erróneo de confiar en hombres, sistemas o lugares que son incapaces de dar esperanza y seguridad eterna. Es un rechazo al sistema papal, purgatorio, indulgencias, oración por los muertos y misas. Es una afirmación tacita a poner la mirada sólo en Cristo y seguir sus pisadas.

¡Sin fe es imposible agradar a Dios!

La doctrina de la “sola gracia” afirma que la salvación es un don de Dios y se recibe de forma gratuita, sin merecerla y sin hacer algún aporte para ella. De esta manera, el protestantismo afirma que todos los hombres están no solamente depravados totalmente, sino condenados e incapaces para buscar algún bien concerniente a la salvación. El hombre tiene la responsabilidad de arrepentirse, pero no tiene la capacidad debido a su condición pecaminosa. Ante la depravación total e incapacidad, no puede por sí mismo, arrepentirse de sus pecados. Dios en su decreto eterno determinó la provisión para la redención de su pueblo. Tal provisión es de gracia, es decir, del cielo y totalmente inmerecida de parte de sus receptores. La doctrina de la sola gracia, combate fuertemente la idea generalizada que la salvación se consigue mediante obras o esfuerzo humano. También rechaza la falacia que la salvación es un bien que el hombre elige y busca. Por el contrario, se afirma en la verdad escritural que la salvación es inmerecida y desmerecida de parte del hombre. Por consiguiente, exalta la obra del evangelio y la bondad eterna del Salvador para su pueblo. La gracia se basa en la obra de Cristo y no en ninguna obra nuestra. Los creyentes son salvos por gracia sin obras, para que por su gracia obren. “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Stgo. 2:17).

La doctrina de “solo Cristo” afirma que sólo hay un mediador y consumador de la fe y es Cristo. Es sólo mirando a Cristo y confiado en su sacrificio perfecto, que hay esperanza para pecadores destituidos de su gloria. La redención es exclusiva por la obra, sacrificio y justicia imputada, que nos viene de forma inmerecida para la salvación. Tal consigna afirma y centra la obra redentiva, únicamente en Cristo. Además, denuncia de forma fuerte y manifiesta, la mediación de los santos, los muertos, el papa, sacerdotes y la virgen. También, la intervención de la iglesia como dadora de gracia o los sacramentos. La expresión retórica sólo Cristo, no sólo pone el cimiento firme de la redención, sino que expone como erróneas y blasfemas las supuestas mediaciones, la penitencia y las indulgencias.

¡El culto cristiano es exclusivo para Cristo!

¡La redención pertenece solamente a Cristo!

La iglesia, no los sacerdotes, ni ningún hombre o sistema, puede perdonar pecados y declarar justo y salvo a nadie. ¡Esta es obra exclusiva de Cristo! Todas las doctrinas de la gracia descansan eficaz y seguramente en Él. Adopción, justificación, santificación, satisfacción y demás, son obra sólo de Cristo. Todos somos pecadores y necesitamos del Salvador. La pluralidad de pecadores, solo recibe salvación del singular Salvador. ¡Que maravillosa y trasformadora verdad!.

La doctrina de “solo a Dios la gloria”, afirma que el único digno de adoración y quien la demanda y la merece es nuestro Dios. Tal premisa sostiene que toda la creación, incluidos los ángeles, existen para la gloria del Creador. Sostiene que todos los hombres fuimos creados con un fin sublime, que es dar gloria al Creador y Redentor. No hay otros fines o propósitos más nobles, que vivir para su gloria. Esto implica reconocimiento, sujeción y adoración al que todo lo puede. Su gloria no puede ser compartida, dividida o demandada de manera digna por ningún otro ser, sistema o cosa. Quienes rinden culto a otros dioses, seres o cosas, incumplen deliberadamente el mandato sublime de la creación y redención.

Esta premisa como las anteriores, además de anunciar la verdad suprema relacionada con la adoración exclusiva al Señor y Dios; denuncia las prácticas paganas de culto. Es decir, rechaza la adoración y veneración de los santos y de cualquier ángel, hombre o cosa.

Además, de estas cinco consignas tan valiosas, contundentes y desafiantes, el protestantismo, elaboró documentos históricos que son base para articular y sistematizar la fe bíblica. Entre estos documentos reconocidos como válidos y ajustados a la biblia están, las Confesiones de Fe, los Catecismos y los Credos ecuménicos. Algunos de estos documentos como los Credos pertenecen al periodo anterior al medieval.

Entre estos documentos que regulan de forma correcta la doctrina bíblica enarbolada por el protestantismo histórico tenemos:

Credo de los Apóstoles, Credo de Atanasio y Credo Niceno. Confesión de fe de Augsburgo; Confesión Escocesa; Confesión Helvética; Confesión de Westminster y Cánones de Dort. Catecismo de Heidelberg; y Catecismo Mayor y Menor de Westminster.

Tales documentos además de ser guías prácticas de fe, son sistematizaciones de la fe bíblica. Se constituyen en artículos apologéticos y de postura coherente en lo relacionado a la fe, doctrina y práctica cristiana. Se centran en el carácter de Dios, entendimiento del pacto, liturgia bíblica y doctrinas claves. Ensalzan las doctrinas de la gracia y los postulados de las 5 consignas antes descritas. Aunque estos documentos no presumen de ser inspirados; sí son bíblicos y fundamentan la doctrina de forma acertada. La suficiencia de las escrituras, el gobierno bíblico y la disciplina eclesiástica; son enseñanzas esenciales de estos documentos, que históricamente abraza la iglesia cristiana. El valor de todos ellos, no depende de quien los elaboró, sino de a quien honran y a quien exaltan.

Estos medios de contención de la doctrina bíblica y contenido adecuado de la fe y la práctica cristiana, se ven adornados con una cosmovisión emanada de la palabra de Dios y su gobierno soberano. De tal modo, que la ética, moral, culto y vida civil, están ampliamente identificados mediante una visión completa del gobierno de Dios y su reino establecido. Por tanto, la iglesia y los cristianos somos garantes de una cosmovisión adecuada, no dicotómica, separatista, aislada y menos aún mística. La cosmovisión bíblica del protestantismo histórico se basa en la gloria de Dios, su gobierno y su reino establecido. No es dualista, ni espiritualista. Por el contrario, es práctica, bíblica, adecuada y cristiana.

Creemos que el mundo es de Dios y todo existe para su gloria y adoración.
De esta forma, el naciente movimiento protestante del siglo XVI, rápidamente toma fuerza. La razón de su fuerza además de los desafíos contemporáneos, es la gracia de Dios. Sus consignas apropiadas de volver a la verdad revelada. Los documentos bíblicos coherentes que regulan y estructuran la doctrina. Y la cosmovisión o entendimiento adecuado de la vida cristiana. Se cree, se predica y se vive. Así vemos cómo se desarrolla una verdadera revolución integral o avivamiento en Europa y en todos los lugares donde los protestantes o la reforma se extendió. Floreció la moral bíblica. Prosperó la economía. Se desarrolló la ciencia, el arte y la política. Y las iglesias adoraron adecuadamente, teniendo como premisa única la gloria de Dios. Creemos que el único contenido de protesta es su palabra, creída y reconocida a la luz de documentos históricos. Así que ¡protesten… protestantes!


3. SU NATURALEZA PRÁCTICA

En este apartado, debemos citar que la escritura llama a los creyentes a detectar, denunciar y protestar contra las enseñanzas y los maestros que no se ajusten a la verdad y aun combatir sus enseñanzas. Pablo, en su carta a los Gálatas, llama anatema a quien predique otro evangelio. Esto indica denuncia y anuncio del evangelio, teniendo como referente exacto la verdad revelada por escrito y atestiguada por el Espíritu Santo en el corazón del creyente. “No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. 8Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema” (Gál. 1:7-9).

Una y otra vez el apóstol Pablo instruyó a su discípulo Timoteo a defender la verdad del evangelio, sin mezclas, concesiones o alteraciones. Habló de lo que él llamó, fabulas o cuentos, que nada tienen que ver con el evangelio. “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. 5Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Tm. 4:1-5).

Además, el apóstol Pablo reprendió al mismo apóstol Pedro, cuando entendió que una actitud de Pedro no era acorde al evangelio recibido. Le tildó de hipócrita y le confrontó cara a cara. Esta fue una sentida protesta, no autoritaria, sino compasiva para denunciar el error y hacer volver al discípulo al camino de la fe y la moral bíblica. “Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. 12Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. 13Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. 14Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” (Gál. 2:11-14).
A su discípulo Tito, también le instruye en lo referente a la defensa de la verdad y la denuncia de los falsos maestros y sus enseñanzas.

Todas estas son acciones legítimas de protesta. “Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, 14no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad” (Tt. 1:13-14). “Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie” (Tt. 2:15). En tal sentido, el título que se otorgó a los cristianos del siglo XVI, es acorde al llamado de la iglesia y las instrucciones de Cristo y los discípulos en defensa de la fe. No es un título nuevo. El título, lo que indica, es que los creyentes son los que protestan o denuncian lo que no está acorde a la verdad, basados en las Escrituras.

Tanto Pablo, como los apóstoles y los reformadores; lo que hicieron fue protestar, teniendo como base fundamental y exacta las sagradas escrituras. Entonces, todo cristiano, es llamado a protestar. La iglesia verdadera siempre ha protestado. Cuando pierde su naturaleza de verdad y su sentido de protesta, se desnaturaliza y se mimetiza en un mundo desviado y malvado. Una iglesia que no protesta es cobarde y pusilánime ante el urgente llamado de defender y promover la verdad, aun dando la vida por ella. Es interesante, que los mismos antagonistas del cristianismo del siglo XVI, pretendan ofender a los predicadores y cristianos, con un título peyorativo o displicente, que habla de la esencia misma de la fe bíblica.

Dicho de otra manera, los ofenden diciéndoles la verdad de su llamado. En tal sentido, esto se constituye en un gran desafío aun desde las tinieblas, a pregonar ardientemente el evangelio y combatir celosamente por la verdad. “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Jd. 1:3).

Solo con acciones audaces de fe y obediencia la iglesia puede mantenerse como es su llamado natural, siendo columna y baluarte de la verdad. “Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, 15para que, si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Tm. 3:14-15). “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 12Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mt. 5:11-12).

La iglesia siempre ha tenido el desafío de protestar. Sabemos que de forma contemporánea encontramos la amplia gama de iglesias pentecostales y carismáticas que son una expresión más alejada de la herencia de la reforma protestante. Todas estas últimas no abrazan la tradición histórica de la iglesia, ni documentos ni prácticas del protestantismo. Es decir, aunque no están alineadas a la tradición católica romana, tampoco son consideradas protestantes. Son un híbrido ecléctico en su doctrina, gobierno, y liturgia. No tienen cosmovisión bíblica, cristiana ni histórica, pero aun así son llamadas iglesias.

Según algunas estadísticas, se dice que hay por lo menos unos 800 millones de protestantes en el mundo. No obstante, por la diversidad de disidencias y desviaciones, la gran mayoría de ellos, no se asemejan a los del siglo XVI. No creen en los postulados, históricos, ni los promueven, y en el peor de los casos, ni los conocen. Por tanto, son protestantes que no protestan. Una gran tarea de la iglesia histórica es enseñar a estos cristianos la herencia histórica de la fe reformada, incluida su cosmovisión y moral bíblica. Desde esta perspectiva, la iglesia tiene una gran tarea y es reformar el cristianismo, para que sea acorde a la doctrina y fe bíblica. Y como es su origen y razón de ser ¡protesten… protestantes!.


CONCLUSIÓN

Cuando hablamos de una iglesia protestante, nos referimos a un pueblo que protesta. Recordemos que la protesta no es sinónimo de rebeldía, subversión o filosofía ofensiva. La protesta es con las armas de la milicia que no son carnales. Es con la palabra y con el Espíritu. Además, debe tener la ética correcta y la piedad bíblica. De lo contrario es un címbalo que retiñe. Nosotros protestamos contra los que se rebelan a la verdad. Protestamos contra nosotros mismos, por nuestros pecados y anunciamos el camino de la esperanza que es Cristo. ¡Tal protesta es legítima, bíblica y piadosa! ¡Tal protesta trasforma, muestra el camino y conduce a la senda antigua!.

A modo de conclusión diremos que los protestantes no protestan, por varias razones.

1). Porque la mayoría del cristianismo contemporáneo no se considera protestante, sino cristiano, evangelio o simplemente espiritual. Es decir, no se adhieren a las bases históricas del cristianismo bíblico. Cada movimiento tiene libre pensamiento, promueve sus propios intereses y no reconoce la protesta como base de su naturaleza y ética pastoral.

2). Porque la mayoría de los que abrazan estos postulados, ven en la protesta una acción no adecuada para articular y asumir su fe. Mas bien, pretenden ser pacifistas, pluralistas y ecuménicos. Pareciera que la protesta es antinatural a su fe y no acorde a su ética y vida.

3). Porque no hemos entendido el evangelio. Es común pensar que el mensaje de la iglesia al mundo es de paz, amor y esperanza. Tal mensaje ni es bíblico, y por ende no trasforma. Nunca en la historia del pueblo de Dios, el llamado es a estar en paz y armonía con todo el mundo. Siempre la propuesta es guerra, combate y protesta. Todo el sistema profético y sacerdotal, además del judicial, debían protestar, denunciar y combatir el error. La iglesia que no protesta o no es iglesia verdadera o se está desnaturalizado de su deber ser. Por tanto, el llamado es a considerar las bases del cristianismo, y como en el siglo XVI, volver a la fuente. La reforma, es volver a la forma, para acomodarse al diseño genuino del Señor.

¡Si no protestamos dejamos de ser! ¡Sin protesta la iglesia muere o se mimetiza con una sociedad engañosa y perversa! La protesta es la forma como hace apologética. Es la forma como se mantiene viva. Es la forma como confronta el error y denuncia las injusticias. El contenido de la protesta es la escritura y su propósito es la gloria de Dios, indicando el camino que es Cristo. Nuestra protesta no es política, ideológica o humana. Contendemos ardientemente por la fe del evangelio. Denunciamos las fabulas artificiosas y trazamos bien la palabra de verdad.

Al igual que en el primer siglo de esta era, somos llamados a presentar defensa coherente y ajustada a la verdad de quien demande razón de la esperanza que somos depositarios. Como en el siglo XVI, debemos ser valerosos en denunciar el error y anunciar el evangelio, sin diluirlo, no acomodarlo a nuestros intereses. Como en el reporte de los espías, los cobardes sucumben y los valerosos protestan con provisiones celestiales. Queridos hermanos, los estandartes de la fe bíblica se mantienen incólumes en toda época de la historia. La iglesia se establece y permanece por la gracia incomparable de Cristo. No hay ataque, medio o razón que destruya la fe dada a los santos. Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia.

Por favor, iglesia, protestante, no eludan este título. Lejos de ser ofensivo es un recuerdo latente de la naturaleza práctica del llamado cristiano. Seguir a Cristo es tomar su cruz. Es una cruz de protesta. Es una fe de radicalidad. Nuestra fe está llena de historia. De tal historia, dan testimonio una nube de testigos mártires que nos han antecedido. El final de la protesta puede ser muerte a los protestantes, pero gloria celestial a los mártires.

Si el carácter es piadoso, la ética es razonablemente bíblica y el contenido es correcto: 

¡protesten! 

¡No tengan temor, denuncien y anuncien! 

¡Profesen y protesten! 

La profesión sin protesta es muerta y la protesta sin profesión es rebeldía. ¡Que el Señor nos ayude a vivir como protestantes que profesan piedad! 

Entonces: ¡a protestar… protestantes!.




Fuente: https://www.facebook.com/ismael.quinterorojas.1/posts/1727507420607308




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MCeI


La mas grande de las paradojas es encontrar a cristianos evangélicos que se quejan de los gobiernos y que al mismo tiempo NO protestan.

NO denuncian las mentiras de la masoneria que gobierna las naciones.

NO denuncian las injusticias, llamándolas por su nombre.

NO denuncian al intento de imponer una dictadura mundial mediante el conocido Nuevo Orden Mundial satánico...

NO denuncian las mentiras del Vaticano.

NO denuncian a los sionistas.

NO denuncian el avance del LGTB y sus imposiciones sobre la población.

NO denuncian el materialismo llevado a niveles de locura predicado desde los púlpitos.

NO denuncian a los falsos profetas y maestros con nombre y apellido.

NO denuncian el ENORME avance del comunismo y del nazismo.

NO denuncian las atrocidades cometidas por el capitalismo de monopolios. 

Y una larga lista de etcéteras.


SIRVEN PARA ALGO QUIENES SE AUTO-PROCLAMAN COMO PASTORES?...

Muchos dirán que "ESTAMOS PARA PREDICAR DE CRISTO"... SI!, nadie lo va a negar, pero la LÓGICA consecuencia del crecimiento espiritual es el DISCERNIMIENTO, si vemos algo que esta CLARAMENTE -MAL-,  NOS CRUZAMOS DE BRAZOS VIENDO EL "ESPECTÁCULO"?... 


RIDÍCULO!.


Hagan una cosa... sigan como están... luego, cuando se encuentren camino a ser asesinados en un campo de concentración NO SE QUEJEN, LA CULPA SERÁ SUYA.

Dios es Soberano y tiene TODO bajo control, pero... el PECADO tiene sus lógicas CONSECUENCIAS. Las dos cosas a la vez.

No ocuparse por lo que le sucede a los hermanos, y a la sociedad en general, va en contra del SEGUNDO mandamiento;


Mateo


22:36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
22:37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
22:38 Este es el primero y grande mandamiento.
22:39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.





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Neel Kolhatkar es un cómico secular australiano, en este video denuncia lo que claramente se ve venir, que es UNA DICTADURA QUE ABARCARA TODOS LOS ASPECTOS DE LA SOCIEDAD, UNA MEZCLA DE NAZISMO CON COMUNISMO...










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