Soldados de Jesucristo
“Y vosotros, maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas” (1 Pedro 3:7).
El pasado 25 de noviembre se celebró el “día internacional contra el maltrato a la mujer” más sonado de todos los tiempos. Unas estadísticas presentadas por la ONU afirman que alrededor de 70% de las mujeres sufren algún tipo de violencia en su vida y que 1 de cada 3 mujeres soporta violencia física o sexual de su pareja actualmente. Todas estas estadísticas no tienen en cuenta a aquellas que sufren de manera silenciosa esta pesadilla.
Como es de esperarse, la Biblia no guarda silencio ante el maltrato hacia la mujer. Un pecado aterrador se comete cuando el hombre es negligente con su papel de liderazgo en la iglesia y la familia, o cuando la mujer usurpa un lugar que no le corresponde. No obstante, otra caída fatal se comete cuando el hombre quiere ejecutar su liderazgo de forma tirana, áspera e injusta.
La Biblia no solo no es machista, sino que condena este tipo de comportamiento con consecuencias enérgicas, que todo hombre sensato debería atender diligentemente.
En la Primera Carta de Pedro, encontramos un fuerte llamado de atención a los hombres casados en cuanto al trato que deben procurar hacia sus mujeres. El pastor Alexander Strauch lo expresa de la siguiente manera al comentar sobre 1 Pedro 3:7:
“Nadie puede darse el lujo de que sus oraciones sean estorbadas, Dios se toma muy enserio el honor que le da un marido a su esposa… Un esposo no puede tratar a su esposa con dureza o ser negligente en el cuidado de ella y al mismo tiempo creer que es un hombre espiritual… Dios no responderá a un esposo hipócrita que ora de manera elocuente frente a la iglesia pero trata de manera cruel a su mujer en la casa”[1].
¡Hombre! Eres responsable del mandamiento
“Y vosotros, maridos, igualmente…”
Pedro está siendo enfático acerca de quién es el responsable de ejecutar el mandato. El hombre es el encargado de ser ejemplo en su hogar. El que una mujer sea tratada con respeto, honor y toda delicadeza es un compromiso primario del hombre. Un Padre de familia no solo es llamado a tratar con alta estima a su mujer, sino que inmediatamente se convierte en el patrón para sus hijos y otras personas externas a la familia.
Se demanda del padre de familia que moldee a sus hijos en el respeto hacia a su mama y otras mujeres, esto permitirá que el patrón de una familia cristiana ejemplar se trasmita de generación en generación (Efesios 6:4).
El hombre, además, es el garante de la defensa de su mujer. Cualquier ataque que reciba la amada, se convierte inmediatamente en un ataque propio. Este principio lo podemos ver claramente en la manera en que Jesucristo cuida de su novia, la Iglesia. Cuando el Señor confrontó a Saulo en el camino a Damasco (Hechos 9:4), sus palabras defensivas fueron claras y reveladoras: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”.
En otras palabras, Jesucristo asume que un ataque hacia la iglesia es un ataque hacia Él mismo, y este mismo principio debe ser manifestado en la relación matrimonial (Efesios 5:25).
¡Hombre! Debes ser sabio
“… convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres…”
La traducción Reina-Valera de 1960 dice: “vivid con ellas sabiamente”.
Esta frase denota una actitud continua, día tras día, semana tras semana, año tras año. Es un mandato específico a convertirse en un esposo comprensivo, que conoce enteramente a su compañera de vida, un líder con verdadera sabiduría para vivir con ella.
La cabeza del hogar tiene el llamado a proveer para las necesidades de su esposa (Efesios 5:28-29), conocerla y guiarla con amor y servicio. Nunca con una actitud opresora, ya que el verdadero líder es primero un siervo (Mateo 20:26-27). Siempre y cuando no sea una actitud pecaminosa, el hombre debería mostrar preferencia a las necesidades de su esposa (Romanos 12:10).
En este aspecto también se debe hacer un llamado a la mujer, a responder de manera positiva al liderazgo de su marido y afirmarlo. Un matrimonio en armonía es aquel donde no reina el egoísmo, sino que el hombre busca servir a su mujer y la mujer retribuir amorosamente al liderazgo de su marido.
¡Hombre! Ella es un vaso más frágil
“… como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor…”
En el mundo grecorromano, los hombres no estaban llamados a cultivar una relación de compañerismo y ternura con sus esposas. Desde los gobernantes hasta la familia del común, el trato a la mujer era deplorable. Así que, esta era una instrucción revolucionaria para los lectores de Pedro.
La idea de dar honor tiene relación con mostrar estima y valor a la mujer.
Agradecimiento por la labor que realiza, es la clase de honor que da el esposo y los hijos a su madre en Proverbios 31.
Las iglesias que escuchaban esta exhortación de Pedro estaban expuestas a la influencia de la cultura. Las esposas vivían vidas difíciles y había un pensamiento general que enseñaba que las mujeres eran inferiores. Sin embargo, el mandato de Dios es tratar a las mujeres como a vasos delicados y frágiles.
La condición de rudeza hacia la mujer es una actitud pagana y altamente pecaminosa.
Dios definitivamente no ve con ligereza la manera en que un hombre trata a su esposa o a las mujeres en general. Este no es solo un planteamiento de Pedro, Pablo afirma lo mismo en Colosenses 3:19.
Cuando Pedro dice que la mujer es “vaso frágil”, no está diciendo que la mujer es inferior en su carácter, o que es más débil intelectualmente, ni que es inferior al hombre en sentido espiritual u otro aspecto. Simplemente está recordando la realidad de que la mujer físicamente es más frágil y debe ser protegida en todo sentido.
¡Hombre! Ella es coheredera de la gracia de la vida
“… como a coheredera de la gracia de la vida…”
Comúnmente olvidamos la vida de Pedro y omitimos que él era un hombre casado. Jesús sanó a su suegra (Mat 8:14), y su esposa lo acompaño en su vida como misionero (1 Corintios 9:5). Cuenta la historia extra bíblica, por medio de Clemente de Alejandría, que Pedro la vio morir martirizada, pero lo recibió con gozo sabiendo que ella pronto estaría en su morada eterna recibiendo su herencia.
Pedro sabía que ella era una coheredera y le dijo antes de morir: “recuerda a nuestro Señor”. El apóstol sabía bien lo que es estar casado e instruye a los hermanos en cómo tratar a sus esposas, ya que sabía que esto era un elemento crucial en la vida de la iglesia.
Pedro presenta una perspectiva teológica importante acerca del papel del hombre y la mujer. Él reconoce que la mujer es diferente al hombre. Sin embargo, ambos tienen una relación complementaria, donde cada uno debe cumplir con el rol asignado por Dios y tienen el mismo valor ante Él.
Una esposa cristiana no solo es coheredera de las bendiciones del matrimonio y de la vida, sino que además tiene todos los privilegios y bendiciones de ser una hija de Dios.
De aquí en adelante, todo hombre cristiano debe rechazar cualquier actitud de burla hacia las mujeres, jamás hacerlas sentir torpes, inferiores o tratarlas como si fueran objetos. Nunca debes forzar a tu esposa a hacer algo degradante o humillante para ella. Nunca debes convertirte en alguien que la lleva pecar.
Las palabras penetrantes del pastor puritano William Gouge, dichas en 1575, siguen siendo punzantes para nuestros días:
“Hay hombres que ejercen al máximo su autoridad, y no ceden nada a sus esposas como si fueran inferiores. Estos son: los que nunca están conformes ni satisfechos con lo que la esposa haga, sino que son siempre más y más exigentes… Otros sujetan a sus esposas como si fueran niñas pequeñas o sirvientas, impidiéndoles hacer nada”.
¡Hombre! Tendrás consecuencias
“… para que vuestras oraciones no sean estorbadas”.
Acá el mensaje es fuerte pero fácil de entender: no puedes creer que tienes una vida espiritual saludable, si tu matrimonio no está marchando bien y lo que lo caracteriza es el pecado.
Si este es tu caso, la única oración que Dios escuchará con agrado en tu vida, es una oración de arrepentimiento genuino (Salmos 66:18, Juan 9:31). El maltrato a la mujer no es un tema irrelevante para Dios, y bien haríamos como hombres en cumplir el mandato explícito de Dios en este sentido. Hermanos, tratemos bien a nuestras esposas en amor.
[1] Alexander Strauch, Men and Women, Equal Yet Different: A Brief Study of the Biblical Passages on Gender (Lewis & Roth Publishers, 1999), p. 50.
Fuente: http://sdejesucristo.org/hombre-tratas-mujer/
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