Coalición por el Evangelio
Si damos una mirada a la historia de la iglesia y observamos los escritos de los reformadores, y aun a las “95 Tesis” de Lutero y “La necesidad de reformar la iglesia” de Calvino, hallaremos mucha luz en cuanto a los factores que contribuyeron a la reforma protestante. Ahora bien, si consideramos estos aspectos de manera general, sorprende la similitud que encontramos con algunas de las prácticas, actitudes y el espíritu que predominan en la Iglesia Evangélica de nuestros días. En otras palabras, el perfil de la Iglesia Católica del siglo XVI coincide con el perfil del mundo evangélico del siglo XXI.
Quiero mostrar tres puntos, aunque de seguro hay más:
Similitud #1: Favor divino a cambio de dinero
Desde antes del siglo XVI, la Iglesia Católica, con su influencia en la vida social, política y económica, había establecido el uso de las indulgencias en toda Europa. Como ya sabemos, estas indulgencias eran documentos que se obtenían a cambio de dinero para beneficio de los familiares ya fallecidos. La idea era que a través de rezos, misas y las indulgencias, el alma de las personas quedaba liberada del purgatorio, para así llegar al cielo.
Hoy presenciamos la misma estrategia, pero con distintos matices. No se venden indulgencias con promesas de bendición espiritual, pero se enseña –hasta el cansancio– que dando dinero “cosecharás” bendición. Como si el favor divino tuviera un precio. En algunos extremos se invita a los creyentes a hacer ofrendas para recibir “una impartición” de la unción de los ministros.
Se les promete a los creyentes que Dios les devolverá “cien veces más” de lo que ofrendan. Se invita a “pactar” con Dios, a entregarlo todo y a esperar con seguridad una respuesta divina. Así tratan a Dios como un sirviente a quien los creyente le ordenan lo que Él debe hacer. La enseñanza de hacer pactos con Dios comunica indirecta y erróneamente la noción de que el hombre impone las condiciones y que Dios está obligado a cumplirlas. Las “maratónicas” y las interminables “campañas capitales” que hacen los canales de televisión, emisoras de radio y algunos ministerios cristianos ilustran bien lo dicho.
Similitud #2: Poco conocimiento de las Escrituras
Por siglos, el acceso a las Sagradas Escrituras estaba restringido únicamente al clero de la iglesia. En otras palabras, solo el Papa, los obispos, los sacerdotes y los monjes tenían el acceso a las Escrituras. La posibilidad de leerlas, estudiarlas e interpretarlas estaba limitada a ellos. Las traducciones de las Biblia todavía no estaban disponibles: solo habían traducciones al latín.
Esto dio a luz a un escenario terrible para el pueblo común, porque generó un desconocimiento total y generalizado acerca de las verdades bíblicas. No había lugar a la discusión ni los cuestionamientos, pues nadie conocía las Escrituras. Uno de los mayores beneficios directos de la Reforma Protestante fueron las traducciones que se hicieron del latín a los distintos lenguajes e idiomas, destruyendo el “monopolio” de la verdad que tenia Roma.
Hoy día, aunque tenemos versiones en la mayoría de los idiomas y los cristianos de casi todo el mundo podemos leer y estudiar la biblia en nuestra lengua materna, existe una ignorancia generalizada de las verdades del Evangelio. Lo que se enseña de las Escrituras son historietas y pasajes esporádicos que el “clero evangélico” enseña y predica. De sana doctrina, vida piadosa y ética cristiana, poco y nada.
Estoy tristemente convencido de que en muchos lugares los creyentes no pudieran defender el Evangelio, ni explicar la regeneración, la justificación por la fe, ni las doctrinas básicas de la religión cristiana. La esencia de los mensajes es simplemente motivar. La gente llega a los cultos y son exhortados a seguir adelante, a no detenerse, a conquistar y perseguir sus sueños. Pero su alma queda sin ser edificada debido a la escasez de leche pura de la Palabra en los púlpitos.
Por eso, el “analfabetismo bíblico” que hoy impera en el pueblo evangélico es general y alarmante. En algunos círculos, las palabras “doctrina” o “teología” generan resistencia y desconfianza. Todo lo que los pastores enseñan se constituye en la norma de la verdad, y no debe ser cuestionado, aun si lo que se proclama carece de bases bíblicas.
Similitud #3: Énfasis exagerado en la autoridad
La infalibilidad papal es un dogma de la Iglesia Católica que sostiene que el Papa no comete errores cuando enseña en cuestiones de fe y moral. Para asegurar obediencia y sumisión absoluta, Roma le otorgó al Papa un atributo que es exclusivo de Dios. Desde aquí se deduce que contradecir la autoridad papal es contradecir a Dios mismo. Esto hacía de los Papas, y por extensión al liderazgo católico, una casta de intocables, todopoderosos y dignos de una obligada sumisión.
Hoy día muchos púlpitos han enseñado que los pastores son una casta “especial, diferente y privilegiada” dentro del pueblo cristiano. Se hace mucho énfasis en la autoridad que tienen de parte de Dios, a la que todos deben sujetarse. Sin embargo no se enfatiza la responsabilidad que tienen los pastores hacia las ovejas y el rebaño. Como lo había dicho el apóstol: “Pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que les han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño”, 1 Pedro 5:2-3.
Asimismo, se insinúa que los pastores –y los llamados apóstoles y profetas– reciben una “unción especial” de Dios, y por ello deben ser obedecidos, admirados y honrados como los ungidos de Jehová. Olvidando que actualmente todo creyente recibe al Espíritu Santo desde su conversión (1 Juan 2:20,27; 1 Corintios 12:13).
Además, se sostiene que nadie debe criticar o cuestionar la autoridad o la enseñanza de los “ungidos”, bajo pena de juicio divino. Para este fin, se malinterpreta las palabras del rey David, advirtiéndonos que no debemos “proferir palabra alguna o tocar al ‘ungido del Señor’”. De esta manera, muchos en el pueblo cristiano viven intimidados por las figuras evangélicas de autoridad.
Listos para una Reforma
Desde una perspectiva terrenal, el estado de la iglesia cristiana deja mucho que desear en diversos aspectos. Pero desde la perspectiva de Dios, debemos recordar que el Señor tiene cuidado de su rebaño y su gobierno soberano también lo ejerce en los asuntos de su iglesia amada (Efesios 5:25-29). Además, no podemos olvidar que no todos los que dicen ser creyentes lo son en realidad (Mateo 7:21).
Confiamos en que el Espíritu Santo nos recordará nuestras responsabilidades y nos advertirá de las consecuencias si no cumplimos fielmente con nuestro llamado. Dios seguirá usando hombres y circunstancias para redargüirnos y confrontarnos. Mi oración es que podamos ser sensibles para discernir el mover de Dios. Podemos aventurarnos a decir que la iglesia de hoy está esperando al próximo Lutero, Knox o Calvino. Necesitamos un cambio. La iglesia de hoy está lista para una reforma. ¡Qué así sea!.
Fuente: https://www.thegospelcoalition.org/coalicion/article/la-iglesia-de-hoy-esta-lista-para-una-reforma
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MCeI
Quizas no exista en la actual reforma un Lutero o un Calvino, sino que seamos la Iglesia en su conjunto la que lleve a cabo lo que el establishment "evangélico" se niega a realizar...
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