A.W.PINK
Satanás es el archi-falsificador. Como ya hemos visto, el diablo está muy ocupado ahora trabajando en el mismo campo donde el Señor sembró la buena semilla. Está intentando evitar que el trigo crezca sembrando otra planta, la cizaña, que se asemeja mucho al trigo en apariencia.
En una palabra, mediante un proceso de imitación (emulación) está intentando anular la Obra de Cristo. Así pues, como Cristo tiene un Evangelio, Satanás tiene también el suyo; siendo este último una inteligente falsificación del primero. Tanto logra asemejarse el “evangelio” de Satanás a aquel al cual trata de parodiar, que multitudes de los que se pierden son engañados por él.
Joel Osteen como una forma de Anticristo, portada de la revista "Success" (significa -éxito- en español).
Es a este mismo evangelio de Satanás al que el Apóstol se refería cuando les dijo a los Gálatas, “estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (1:6-7). Este falso evangelio estaba siendo proclamado incluso en los días de los apóstoles, y la maldición más terrible fue declarada sobre aquellos que lo predicasen. El apóstol continua “Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (v.8). Con la ayuda de Dios es que ahora procura- remos exponer, o más bien, desenmascarar, a este falso evangelio.
El evangelio de Satanás no es un sistema de principios revolucionarios, ni mucho menos un programa anárquico. No promueve guerra ni destrozos, sino que apunta a la unidad y a la paz. No busca poner a la madre contra su hija, ni al padre contra su hijo, sino que fomenta el espíritu fraterno por el cual la raza humana es considerada como una gran “hermandad.” No busca ahogar al hombre natural, sino que busca embellecerlo y elevarlo. Aboga por la educación y el cultivo y apela a “lo mejor que hay en nosotros. Aspira a hacer de este mundo un hábitat tan agradable y confortable de manera tal que la ausencia de Cristo no se sienta y en donde Dios no sea necesario. Se empeña en ocupar tanto al hombre con este mundo de modo tal que no tenga tiempo ni inclinación alguna a pensar acerca del mundo venidero.
Propaga los principios del auto-sacrificio, la benevolencia y la caridad, y nos enseña a vivir para el bien de los demás y a ser amables con todos. Apela fuertemente a la mente carnal y es popular entre las masas, dado que estas ignoran los he- chos solemnes de que por naturaleza el hombre es una criatura caída, alienada de la vida de Dios, y muerta en delitos y pecados, y de que su única espe- ranza yace en el nacer de nuevo.
En contradicción con el Evangelio de Cristo, el evangelio de Satanás enseña la salvación por obras. Inculca la justificación ante Dios teniendo como base los méritos humanos. Su frase sacramental es “se bueno y haz el bien”; pero falla en reconocer que en la carne no mora el bien, no hay nada bueno. Pro- clama la salvación por el carácter moral de uno, invirtiendo así el orden de la Palabra de Dios en donde el carácter moral, es presentado como el fruto de la salvación.
Sus diversas ramificaciones y organizaciones son muchas. La templanza, movimientos reformistas, “Ligas de Cristianos Socialistas,” sociedades culturales éticas, “Congresos de Paz,” todos están abocados (quizás sin darse cuenta) a la proclamación de este evangelio de Satanás – salvación por obras. Su tarjeta de garantía es el sustituto para (de) Cristo; pureza social en lugar de la regeneración individual (personal), y políticas y filosofías, a cambio de la doctrina y la piedad. La cultivación del viejo hombre es considerada más “práctica” que la creación de un nuevo hombre en Cristo Jesús; mientras que la paz universal se persigue a parte de (o de forma separada de) la interposición (mediación) y retorno del Príncipe de Paz.
Los apóstoles de Satanás no son dueños de clubes nocturnos o traficantes de blancas sino que, más bien, son en su mayoría ministros ordenados. Miles de quienes actualmente ocupan nuestros púlpitos modernos ya no están comprometidos en presentar los fundamentos de la Fe Cristiana, sino que se han apartado de la Verdad y se han dado a las fábulas. En lugar de magnificar la enormidad (gravedad) del pecado y de presentar sus consecuencias eter- nas, lo minimizan todo diciendo que el pecado es meramente la ignorancia o la ausencia del bien. En lugar de advertirles a sus oyentes de que “huyan de la ira venidera” hacen a Dios mentiroso diciendo que Él es muy amoroso y
misericordioso como para mandar al tormento eterno a Sus propias criaturas.
En vez de declarar que “sin derramamiento de sangre no se hace remisión de pecados,” simplemente ponen a Cristo como el gran ejemplo y exhortan a sus oyentes a “seguir Sus pasos.” De ellos debería decirse, “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Rom.3:10). Sus mensajes pueden sonar muy plausibles y sus objetivos parecer muy dignos de alabanza, sin embargo de ellos leemos – “Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan [imitan] como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño [no es de sorpren- der] si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras” (II Cor.11:13-15).
Además del hecho de que hoy en día cientos de iglesias carecen de un líder que fielmente declare todo el consejo de Dios y presente Su camino de salva- ción, también debemos afrontar el hecho adicional de que la mayoría de las personas en tales iglesias son muy improbables como para aprender la Verdad por sí solas. El altar familiar (el culto familiar), en donde una porción de la Palabra de Dios solía ser leída a diario es ahora, incluso en los hogares de cristianos nominales, prácticamente cosa del pasado. La Biblia no se expone en el púlpito ni se lee en el banco. Las demandas de esta era apresurada son tan numerosas, que las masas tienen muy poco tiempo y cada vez menos in- clinación para realizar sus preparativos para encontrarse (reunirse) con Dios. De ahí que la mayoría que es tan indolente como para escudriñar por sí mis- ma, es dejada a merced de aquellos a quienes les pagan para que escudriñen por ellos; muchos de los cuales traicionan su confianza estudiando y exponiendo problemas sociales y económicos antes que los Oráculos de Dios.
En Proverbios 14:12 leemos, “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” Este “camino” que culmina en “muerte,” es el Engaño del diablo – el evangelio de Satanás – un camino de salvación por mérito humano. Es un camino que “parece recto,” esto es, es presentado en un lenguaje plausible tal que apela al hombre natural: es expuesto de manera tan sutil y atractiva, que se encomienda a sí mismo a la inteligencia de sus oyentes. En virtud del hecho de que se apropia de la terminología religiosa, a veces apela a la Biblia como respaldo (siempre que se adapte a su propósito), sostiene ante los hombres nobles ideales, y es proclamado por aquellos quienes se han graduado de nuestros institutos Teológicos, innumerables multitudes son engañadas y deterioradas por él. El éxito de un acuñador ilegal depende grandemente de cuan finamente la falsificación se asemeja al artículo genuino. La herejía no consiste tanto en la rotunda negación de la verdad, como si lo es en la perversión (degeneración) de ésta.
Por esto mismo es que media mentira siempre es mucho más peligrosa que el rechazo total. De ahí, que cuando el padre de la mentira entra en el púlpito no es su costumbre el negar rotundamente las verdades fundamentales del Cristianismo, sino que más bien, las reconoce tácitamente (implícitamente), y entonces procede a dar una interpretación errónea y una aplicación falsa. Por ejemplo: no ha de ser tan tonto como para audazmente proclamar su incredulidad en un Dios personal; toma la existencia de Dios como algo seguro, y entonces procede a dar una falsa descripción de Su persona.
Declara que Dios es el Padre espiritual de todos los hombres, cuando la escritura claramente nos dice que nosotros somos los “hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gál.3:26), y que “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Además, dice que Dios es demasiado misericordioso como para alguna vez mandar a cualquier integrante de la raza humana al infierno, cuando Dios mismo ha declarado, “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap.20:15). Otra vez; Satanás no ha de ser tan ingenuo como para ignorar a la figura central de la historia humana el Señor Jesucristo; por el contrario, su evangelio lo reconoce como el mejor hombre que jamás haya vivido. Dirige la atención a Sus obras de compasión y misericordia, la hermosura de Su carácter y la sublimidad de Sus enseñanzas. Su vida es elogiada, mas su muerte vicaria (susti- tutiva) es ignorada. La toda relevante obra expiatoria de la cruz jamás es mencionada, mientras que su resurrección triunfante y corpórea de la tumba es considerada como una de las creencias de una era supersticiosa. Es un evangelio sin derramamiento de sangre, y presenta a un Cristo sin cruz, que es recibido no como Dios manifiesto en la carne, sino simplemente como el Hombre Ideal.
En II Corintios 4:3-4, tenemos un pasaje que nos arroja mucha luz respecto al tema que ahora nos ocupa. Ahí se nos dice, “Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo [Satanás] cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” Ciega la mente de los incrédulos a través de ocultar la luz del Evangelio de Jesucristo, y lo hace sustituyéndolo con su propio evangelio. Apropiadamente se le llama “Satanás, el cual engaña al mundo entero” (Ap.12:9). Con solo apelar a “lo mejor que hay dentro del hombre,” y con simplemente exhortarlo a “llevar una vida más noble,” se ha proporcionado una plataforma general sobre la cual todos los matices de opiniones pueden unirse y proclamar este mensaje común.
Nuevamente citamos Proverbios 14:12 – “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” Se ha dicho que el camino al infierno esta pavimentado con buenas intenciones.
En el infierno habrá muchos que comenzaron su vida con buenas intenciones, resoluciones honestas e ideales excelsos – aquellos que se han conducido justamente en sus asuntos y en sus negocios, y han sido caritativos en todas sus formas: hombres que se enorgullecen de su integridad, pero que a la verdad buscaron justificarse a sí mismos delante de Dios mediante sus propias justicias: hombres que eran morales, misericordiosos y magnánimos, pero que nunca se han visto a sí mismos como culpables, perdidos, pecadores merecedores del infierno que necesitan un Salvador. Tal es el camino que “parece derecho.” Tal es el camino que se encomienda a sí mismo a las mentes carnales y que se recomienda a sí mismo a las multitudes que hoy día son engañadas. El Engaño del diablo es que podemos ser salvos por nuestras propias obras, y justificados delante de Dios mediante nuestros propios hechos; mientras que Dios en Su Palabra nos dice – “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe... no por obras, para que nadie se gloríe.”
Y otra vez, “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia.”
Quizás pueda serme disculpada una ilustración de una experiencia personal. Hace unos cuantos años atrás quien escribe se volvió cercano a quien era un predicador laico y un entusiasta “obrero cristiano.” Alrededor de siete años este amigo había estado comprometido en la predicación pública y en la actividad religiosa, pero a través de ciertas expresiones y frases que utilizaba, quien escribe comenzó a dudar de si su amigo sería en verdad un “nacido de nuevo.”
Cuando comenzamos a interrogarlo, encontramos que estaba muy erróneamente familiarizado con las Escrituras y que tan solo poseía las más vagas concepciones de la obra de Cristo por los pecadores. Durante un tiempo intentamos presentar el camino de la salvación de una manera simple e impersonal y a animar a nuestro amigo a que estudiara las Escrituras por sí mismo, con la esperanza de que si aún no era salvo Dios tendría a bien el re- velarle al Salvador que necesitaba. Cierto día, y para nuestra alegría, aquel que había predicado el Evangelio (¿?) durante siete años, nos confesaba haberse encontrado con Cristo apenas la noche anterior. El reconoció (utilizando sus mismas palabras) que había estado predicando “al Cristo ideal” y no al Cristo Crucificado. El que esto escribe cree que hay miles como este predicador quienes, quizás, han sido traídos a la escuela dominical, y enseñados acerca del nacimiento, la vida, y las enseñanzas de Jesucristo, y que creen en la historicidad de Su persona, y que espasmódicamente se esfuerzan por practicar Sus preceptos, creyendo que eso es todo lo necesario para su salvación.
Frecuentemente, esta clase de personas, cuando llegan a adultas salen fuera por el mundo, encontrándose con ataques de ateos e infieles y se les dice que tal persona como Jesús de Nazaret jamás ha existido. Pero las impresiones de su niñez no se borran fácilmente y permanecen firmes en su declaración de que “creen en Jesucristo.” Sin embargo, cuando su fe es examinada, muy a menudo se encuentra que aunque creen muchas cosas acerca de Jesucristo, en realidad no creen en Él. Con sus cabezas creen que tal persona existió (y por creer esto se piensan que ya son salvos), pero nunca han arrojado las armas de su revuelta en contra Suya, no se han rendido a Él, y en realidad no creen en Él con sus corazones. La simple aceptación de una doctrina ortodoxa acerca de la persona de Jesucristo sin un corazón que haya sido ganado por Él y una vida devota a Él, no es más que otro escalón de aquel “camino que al hombre le parece derecho,” mas su fin es “camino de muerte.” Un mero asentimiento intelectual de la realidad de la persona de Cristo, pero que no va más allá, no es más que otro escalón de aquel “camino que al hombre le parece derecho,” mas su fin es “camino de muerte,” o, en otras palabras, es otro aspecto del evangelio de Satanás.
Y ahora, querido lector, ¿en dónde te hayas tú? ¿Estás en el camino “que parece derecho,” pero que termina en muerte?; ¿o estás en el Camino Angosto que conduce a la vida? ¿Has realmente abandonado el camino que lleva a la muerte? ¿Ha creado en tu corazón el amor de Cristo un aborrecimiento y ho- rror hacia todo lo que Le desagrada? ¿Estás deseoso porque Él reine sobre ti (Lucas 19:14)? ¿Estás confiando plenamente en Su justicia y en Su sangre para ser acepto delante de Dios?
Aquellos quienes están confiando en una forma externa de piedad, tal como un bautismo o “confirmación,” aquellos que son religiosos porque lo consideran como algo que los hace más respetables; aquellos que asisten a una capilla o iglesia porque es la manera de hacerlo; y aquellos que se unen a una denominación porque suponen que dar tal paso los convierte en cristianos, están en el camino cuyo fin “es fin de muerte” – muerte espiritual y eterna. No importa cuán puros sean nuestros motivos, cuan nobles nuestras intenciones, cuan bien intencionados nuestros propósitos, ni cuan sinceros nuestros esfuerzos, Dios no ha de aceptarnos como Sus hijos, hasta que nosotros aceptemos a Su Hijo.
Una forma aún más engañosa del evangelio de Satanás es inducir a los predicadores a presentar el sacrificio expiatorio de Cristo y decirles a sus oyentes que todo lo que Dios requiere de ellos es que “crean” en Su Hijo. Así, multitudes de almas impenitentes son seducidas (engañadas) a pensar que han sido salvadas. Pero Cristo ha dicho, “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3). “Arrepentirse” es aborrecer (odiar) al pecado, sentir pesar por él, apartarse de él. Es el resultado del obrar del Espíritu haciendo al corazón contrito delante de Dios. Nada, sino un corazón quebrantado puede creer en el Señor Jesucristo para salvación.
Otra vez; muchos son engañados a pensar que han “aceptado a Cristo” como su “salvador personal,” sin que primeramente le hayan recibido como su SEÑOR. El Hijo de Dios no ha venido para salvar a los Suyos en sus pecados, sino “de sus pecados” (Mat.1:21). Ser salvados de los pecados significa ser salvados de la ignorancia y del desprecio hacia la autoridad de Dios, es abandonar el curso de la propia voluntad y de la auto-complacencia, es “dejar nuestro camino” (Isa.55:7). Es rendirse a la autoridad de Dios, someternos a Su dominio, entregarnos a nosotros mismos para ser gobernados por Él. Aquel que nunca cargó el “yugo” de Cristo sobre él, quien no está verdaderamente y diligentemente buscando agradarle en todos los detalles de su vida, y sin em- bargo supone que está “descansando en la obra consumada de Cristo,” está siendo engañado por el diablo.
En el capítulo siete de Mateo hay dos pasajes que aproximadamente nos dan los resultados del Evangelio de Cristo y de la falsificación de Satanás. Primero, en los versos 13 y 14, “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” Segundo, en los versos 22 y 23, “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos [predicamos] en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hi- cimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. “Si, lector mío, es posible trabajar en el nombre de Cristo, e incluso predicar en Su nombre, y aunque el mundo nos conozca, y la Iglesia nos conozca, aún seguir siendo desconocidos para el Señor! Cuán necesario es entonces descubrir quiénes somos en realidad; examinarnos a nosotros mismos y ver si es que estamos en la fe; medirnos a nosotros mismos por la Palabra de Dios y ver si es que estamos siendo engañados por nuestro sutil enemigo; averiguar si es que estamos construyendo nuestra casa sobre la arena, o si está siendo erigida sobre la Roca, la cual es Cristo Jesús. Que el Espíritu Santo escudriñe nuestros corazones, rompa nuestras voluntades, ma- te nuestra enemistad contra Dios, obre en nosotros un profundo y genuino arrepentimiento, y dirija nuestra mirada hacia el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Por último, una palabra sobre la inevitable condenación de Satanás:
Apocalipsis 20:10 trae ante nosotros el episodio final del gran conflicto que existe entre Dios y Satanás – “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.” Aunque este gran enemigo sea poderoso, debe ahora medirse con Aquel cuyo nombre es “El Todopoderoso,” por quien será arrojado al lago de fuego “preparado para el diablo y sus ángeles. ”
Fuente: https://www.facebook.com/ximena.borja.18/posts/847597815347190
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