Nota de VCeI
Esta nota es difícil de digerir, ya que quienes estamos en la sana doctrina nos gusta escuchar sobre ella, escuchar buenas predicaciones y estudios Bíblicos, pero en lo que respecta al hacer, nos referimos al Hacer con mayúsculas, que es la Oración...
Nos encontramos con la cruda realidad de cuan pobres somos.
Que Dios nos ayude en estos tiempos tan difíciles.
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World Challenge
A veces vamos a Dios en oración como si fuera un pariente rico que nos financiara y nos diera todo lo que suplicamos, mientras nosotros no levantamos ni siquiera una mano para ayudar. Levantamos nuestras manos a Dios en oración, y luego las ponemos en el bolsillo.
Esperamos
que nuestras oraciones pongan a Dios a trabajar para nosotros mientras nos
sentamos sin hacer nada, pensando para nosotros mismos: “Él tiene todo el
poder, yo no lo tengo, así que simplemente voy a estar quieto y dejar que Él
haga el trabajo.”
Suena
como una buena teología, pero no lo es. Dios no tendrá mendigos ociosos en su
puerta. Ni siquiera nos permitirá ser caritativos con los que se niegan a
trabajar.
“Os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.” (2 Tesalonicenses 3:10).
No está
fuera de los principios Bíblicos añadir sudor a nuestras lágrimas. Tomemos, por
ejemplo, el asunto de la oración por victoria sobre un deseo secreto que
permanece en el corazón. ¿Simplemente le pides a Dios que lo quite
milagrosamente y a continuación te sientas, esperando que muera por su cuenta?
Ningún pecado ha sido extinguido en el corazón sin la cooperación de la propia
mano del hombre, como en el caso de Josué. Durante toda la noche, estuvo postrado
y de duelo por la derrota de Israel. Dios lo puso en sus pies diciendo:
“Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé;… Levántate, santifica al pueblo” (Josué 7:10-13).
Dios tiene
todo el derecho de hacernos salir de nuestras rodillas y decir:
¿Por qué te
quedas sentado sin hacer nada, esperando un milagro?
¿No te he mandado a huir
de toda apariencia de maldad?
Tienes que hacer más que simplemente orar contra
tu deseo, se te ordena también huir de él. No puedes descansar hasta que hayas
hecho todo lo que se te ha mandado.”
No culpes
a Dios por no escuchar tus oraciones, si no estás escuchando a Su llamado a la
obediencia. Terminarás blasfemando a Dios y acusándole de negligencia, mientras
que todo el tiempo tú eres el culpable.
David Wilkerson
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Paul Washer
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A
veces vamos a Dios en oración como si fuera un pariente rico que nos
financiara y nos diera todo lo que suplicamos, mientras nosotros no
levantamos ni siquiera una mano para ayudar. Levantamos nuestras manos a
Dios en oración, y luego las ponemos en el bolsillo.
Esperamos que nuestras oraciones pongan a Dios a trabajar para nosotros mientras nos sentamos sin hacer nada, pensando para nosotros mismos: “Él tiene todo el poder, yo no lo tengo, así que simplemente voy a estar quieto y dejar que Él haga el trabajo.”
Suena como una buena teología, pero no lo es. Dios no tendrá mendigos ociosos en su puerta. Ni siquiera nos permitirá ser caritativos con los que se niegan a trabajar.
“Os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.” (2 Tesalonicenses 3:10).
No está fuera de los principios bíblicos añadir sudor a nuestras lágrimas. Tomemos, por ejemplo, el asunto de la oración por victoria sobre un deseo secreto que permanece en el corazón. ¿Simplemente le pides a Dios que lo quite milagrosamente y a continuación te sientas, esperando que muera por su cuenta? Ningún pecado ha sido extinguido en el corazón sin la cooperación de la propia mano del hombre, como en el caso de Josué. Durante toda la noche, estuvo postrado y de duelo por la derrota de Israel. Dios lo puso en sus pies diciendo: “Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé;… Levántate, santifica al pueblo” (Josué 7:10-13).
Dios tiene todo el derecho de hacernos salir de nuestras rodillas y decir: “¿Por qué te quedas sentado sin hacer nada, esperando un milagro? ¿No te he mandado a huir de toda apariencia de maldad? Tienes que hacer más que simplemente orar contra tu deseo, se te ordena también huir de él. No puedes descansar hasta que hayas hecho todo lo que se te ha mandado.”
No culpes a Dios por no escuchar tus oraciones, si no estás escuchando a Su llamado a la obediencia. Terminarás blasfemando a Dios y acusándole de negligencia, mientras que todo el tiempo tú eres el culpable.
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Esperamos que nuestras oraciones pongan a Dios a trabajar para nosotros mientras nos sentamos sin hacer nada, pensando para nosotros mismos: “Él tiene todo el poder, yo no lo tengo, así que simplemente voy a estar quieto y dejar que Él haga el trabajo.”
Suena como una buena teología, pero no lo es. Dios no tendrá mendigos ociosos en su puerta. Ni siquiera nos permitirá ser caritativos con los que se niegan a trabajar.
“Os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.” (2 Tesalonicenses 3:10).
No está fuera de los principios bíblicos añadir sudor a nuestras lágrimas. Tomemos, por ejemplo, el asunto de la oración por victoria sobre un deseo secreto que permanece en el corazón. ¿Simplemente le pides a Dios que lo quite milagrosamente y a continuación te sientas, esperando que muera por su cuenta? Ningún pecado ha sido extinguido en el corazón sin la cooperación de la propia mano del hombre, como en el caso de Josué. Durante toda la noche, estuvo postrado y de duelo por la derrota de Israel. Dios lo puso en sus pies diciendo: “Levántate; ¿por qué te postras así sobre tu rostro? Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé;… Levántate, santifica al pueblo” (Josué 7:10-13).
Dios tiene todo el derecho de hacernos salir de nuestras rodillas y decir: “¿Por qué te quedas sentado sin hacer nada, esperando un milagro? ¿No te he mandado a huir de toda apariencia de maldad? Tienes que hacer más que simplemente orar contra tu deseo, se te ordena también huir de él. No puedes descansar hasta que hayas hecho todo lo que se te ha mandado.”
No culpes a Dios por no escuchar tus oraciones, si no estás escuchando a Su llamado a la obediencia. Terminarás blasfemando a Dios y acusándole de negligencia, mientras que todo el tiempo tú eres el culpable.
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