martes, 7 de agosto de 2012

Cortale la Cabeza a Goliat

Bob Jennings




David Wilkerson

EL MENSAJE DE LA CRUZ

El pecado de idolatría trajo la terrible ira de Dios hacia su propio pueblo. Ésta lo enfureció más que ningún otro pecado en el Antiguo Testamento, tanto que Él declaró: “Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego y las mujeres amasan la masa para hacer tortas a la reina del cielo y ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira.” (Jeremías 7:18).

Ésta es la declaración de Dios en contra de la idolatría en el Antiguo Testamento, y Él la odia de la misma manera hoy en día. La idolatría trae consigo Su ira sobre cualquier generación, incluyendo a la moderna.

Una nueva idolatría está aconteciendo en nuestro mundo actual. No, nosotros no vemos más a gente postrada ante imágenes hechas. En su lugar, la idolatría moderna seduce a multitudes a través de su sutileza y inteligencia. Aún ésta enfurece a Dios más que ninguna otra idolatría del Antiguo Testamento.

“Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren alterar el evangelio de Cristo. Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. (Gálatas 1:6-8).

Este “otro evangelio” que Pablo menciona es el mensaje de salvación sin la cruz. La gran idolatría de nuestro día es el hacer a un lado el mensaje de la cruz de Jesucristo.

La cruz - incluyendo sus demandas y esperanzas- es el mismo corazón del evangelio. Cualquier adoración, congregación, cualquier cosa que se llame iglesia es mera idolatría si la cruz no está en el centro. Tal adoración es completamente de otro espíritu y Dios no tiene nada qué ver con ella. Sin la cruz todo lo que resta es paja - un evangelio pervertido, algo desde el fondo del infierno. Es más ofensivo para el Señor que la idolatría de Israel.

“Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. (Juan 12:32). Por “levantado de la tierra” Jesús se refiere a Su crucifixión. Él fue levantado delante del mundo entero en la cruz, como una imagen de Su gran sacrificio por nuestros pecados.


Fuente: http://www.worldchallenge.org/


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LA INVITACIÓN DE LA CRUZ

Dios miró a un mundo de personas enfermas en pecado, habitando en prisiones de miedo y desesperanza. Por tanto Él envió a Su propio Hijo. Jesús vino a la tierra, tomando la flaqueza del hombre y le dijo a todo el que escuchó: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28).

La invitación de la cruz es un llamado a toda alma que está enferma de pecado. Jesús llama a todo aquél que está atado a sus propias cadenas, a hábitos y pecados. “Venid a mí los que estáis trabajados. ¡No hay otro camino que Mi cruz!” Jesús murió en la cruz no solamente para perdonar el pecado sino para romper todo poder malvado sobre nosotros. Usted observa cómo todo pecado afecta la carne. El pecado quita todo lo bueno, amable y precioso. Este endurece el corazón, destruye la paz y causa culpa, lamento y pena. Este consume los pensamientos de la mente, debilita y oscurece el alma. El pecado trae consigo temor y lo peor de todo, termina con la comunión con Dios.

Si yo fuera a predicar acerca de las demandas de la cruz en muchas iglesias actuales, acerca de la muerte a la lujuria y a los placeres del mundo, las multitudes huirían, así como lo hicieron cuando Jesús les dijo sobre el costo que había en seguirle a Él.

Tales iglesias nunca mencionan la cruz. En su lugar éstas dedican su energía a reuniones llenas de espectáculos, ilustraciones dramáticas, y sermones acerca de cómo manejar los problemas de la vida.

Yo creo que Dios debe de parpadear ante todos los intentos fallidos por atraer almas con estos incentivos modernos. Él parece tener mucha paciencia ante tales bien intencionados esfuerzos carnales por promover el evangelio. Dios amonesta a los ministros de estas iglesias si se rehúsan a alertar a su pueblo sobre lo imperativo que es abandonar sus pecados.

Jeremías se lamentó, “...fortalecen las manos de los malos, para que ninguno se convierta de su maldad...”(Jeremías 23:14).

“Si ellos hubieran estado en mi secreto, habrían hecho oír mis palabras a mi pueblo, y lo habrían hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras.” (versículo 22). Yo le digo a ministros, “Trae de nuevo la cruz - si no la sangre del pueblo estará en tus manos.”


Fuente: http://www.worldchallenge.org/


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