sábado, 11 de noviembre de 2017

PROPÓSITO DE LA ORDEN JESUITA: DESTRUIR LA REFORMA PROTESTANTE (tanto en el pasado como en el presente)...



Ervin Cruz


El propósito de la orden jesuita, formalmente establecido por el papa en 1540, es destruir la Reforma Protestante. Ellos lo llaman la Contra-Reforma. Y la meta de esta organización es: -Poder-.





Nicolini de Roma escribió:

"Los Jesuitas, por su mismo llamado, por la misma esencia de su institución, están ligados a buscar, por cada medio, recto o malo, la destrucción del Protestantismo. Esta es la condición de su existencia, el deber que ellos deben cumplir, o cesar de ser Jesuitas".
[Las Huellas de los Jesuitas, R. W. Thompson, 1894]

Ignacio de Loyola que aparece en la escultura de una iglesia católica como un soldado pisando a Lutero, simbolizando el fin de la reforma protestante; inició una reforma "militante" de la Iglesia, fundando para ello una Compañía o Cuerpo de Élite, de soldados de Jesús, al servicio de su Iglesia.

Hoy, por primera vez en la historia, existe un Papa Jesuita llamado Bergoglio, que ha tomado el nombre de Francisco, y se ha puesto otras "vestiduras"; ya no como Soldado de la Iglesia, sino como Amigo y compañero de los protestantes, a fin de prepararse para realizar su obra.

Napoleón Bonaparte hizo esta afirmación: 
"Los Jesuitas son una organización militar, no una orden religiosa. Su jefe es un general de un ejército, no un mero padre abad de un monasterio. Y la meta de esta organización es: PODER. Poder en su ejercicio más déspota. Poder absoluto, poder universal, poder para controlar al mundo por la volición de un solo hombre. El Jesuitismo es el más absoluto de los despotismos; y al mismo tiempo el más grande y más enorme de los abusos..."

"El General de los Jesuitas insiste en ser el amo, soberano, sobre los soberanos. Donde quiera que los Jesuitas sean admitidos ellos serán los amos, cueste lo que cueste. La sociedad de ellos es por naturaleza dictatorial, por lo tanto, es el irreconciliable enemigo de toda autoridad constituida. Todo acto, todo crimen, por más atroz, es un trabajo meritorio, si es cometido por los intereses de la Sociedad de los Jesuitas, o por orden del General." General Montholon, (Memorial of the Captivity of Napoleón at St. Helena, págs. 62, 174.)

"La historia de los Jesuitas, quizás no se ha escrito de forma muy elocuente, y sin embargo, está apoyada por autoridades incuestionables. La restauración de la Orden Jesuita en el año 1814, llevada acabo por el papa Pío VII, representó ciertamente un paso hacia la crueldad, la oscuridad y el despotismo, y muerte. No me gusta la apariencia de los Jesuitas. Si alguna vez ha habido algún grupo de hombres que ha merecido condenación aquí en la tierra y en el infierno, esta es la Sociedad de Ignacio de Loyola [Jesuitas]"
(John Adams (1735-1826), 2do. Presidente de los Estados Unidos de América)

"Es mi opinión en cuanto a que si las libertades de este país, los Estados Unidos de América, llegan a desaparecer, habrá sido por la sutileza de los sacerdotes Jesuitas católico romanos, ya que son los más astutos, y peligrosos enemigos de las libertades civiles y religiosas. Ellos han instigado la mayor parte de las guerras en Europa."
(General y hombre de estado francés Marqués de Lafayette (1757-1834)).

"La guerra civil americana, nunca hubiera sido posible sin la siniestra influencia de los Jesuitas." (Abraham Lincoln (1809-1865), Presidente de los Estados Unidos de América).

"Los Jesuitas son una sociedad secreta, como tipo de orden masónica, pero con sobre añadidas horrorosas y detestables características, mil veces más peligrosa."(Samuel Morse (1791-1872), el inventor del telégrafo).

En una carta de John Adams al Presidente de los Estados Unidos Thomas Jefferson, acerca de los Jesuitas, leemos:

"¿No tendremos enjambres regulares de ellos aquí, en tantos disfraces como sólo un rey de los gitanos puede asumir, vestidos de pintores, editores, escritores y rectores académicos? Si alguna vez hubo un cuerpo de hombres que merecían maldición eterna en la tierra y el infierno son estos de la Sociedad de Loyola." [George Reimer, The New Jesuits, Little, Brown, and Co., 1871, pág. 14].

El espíritu de Profecía dice:

"Pasados los primeros triunfos de la Reforma, Roma reunió nuevas fuerzas con la esperanza de acabar con ella. Entonces fue cuando nació la orden de los jesuitas, que iba a ser el más cruel, el menos escrupuloso y el más formidable de todos los campeones del papado. Libres de todo lazo terrenal y de todo interés humano, insensibles a la voz del afecto natural, sordos a los argumentos de la razón y a la voz de la conciencia, no reconocían los miembros más ley, ni más sujeción que las de su orden, y no tenían más preocupación que la de extender su poderío. 

El Evangelio de Cristo había capacitado a sus adherentes para arrostrar los peligros y soportar los padecimientos, sin desmayar por el frío, el hambre, el trabajo o la miseria, y para sostener con denuedo el estandarte de la verdad frente al potro, al calabozo y a la hoguera. Para combatir contra estas fuerzas, el jesuitismo inspiraba a sus adeptos un fanatismo tal, que los habilitaba para soportar peligros similares y oponer al poder de la verdad todas las armas del engaño. Para ellos ningún crimen era demasiado grande, ninguna mentira demasiado vil, ningún disfraz demasiado difícil de llevar. Ligados por votos de pobreza y de humildad perpetuas, estudiaban el arte de adueñarse de la riqueza y del poder para consagrarlos a la destrucción del protestantismo y al restablecimiento de la supremacía papal.

Al darse a conocer como miembros de la orden, se presentaban con cierto aire de santidad, visitando las cárceles, atendiendo a los enfermos y a los pobres, haciendo profesión de haber renunciado al mundo, y llevando el sagrado nombre de Jesús, de Aquel que anduvo haciendo bienes. Pero bajo esta fingida mansedumbre, ocultaban a menudo propósitos criminales y mortíferos. Era un principio fundamental de la orden, que el fin justifica los medios. Según dicho principio, la mentira, el robo, el perjurio y el asesinato, no sólo eran perdonables, sino dignos de ser recomendados. siempre que vieran los intereses de la iglesia. 

Con muy diversos disfraces se introducían los jesuitas en los puestos del estado, elevándose hasta la categoría de consejeros de los reyes, y dirigiendo la política de las naciones. Se hacían criados para convertirse en espías de sus señores. Establecían colegios para los hijos de príncipes y nobles, y escuelas para los del pueblo; y los hijos de padres protestantes eran inducidos a observar los ritos romanistas. Toda la pompa exterior desplegada en el culto de la iglesia de Roma se aplicaba a confundir la mente y ofuscar y embaucar la imaginación, para que los hijos traicionaran aquella libertad por la cual sus padres habían trabajado y derramado su sangre. 

Los jesuitas se esparcieron rápidamente por toda Europa y doquiera iban lograban reavivar el papismo.

CS. P. 249-250








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