martes, 3 de enero de 2017

PORQUE NECESITAMOS UNA SEGUNDA REFORMA



Mario Fumero


La Iglesias cristianas se ha apartado tanto de los parámetros Bíblicos en estos tiempos, que requiere una segunda reforma para limpiarla de toda la escoria herética en la cual ha caído. Dentro de las muchas cosas que tenemos que retomar y cambiar, la más importante que hay que reactivar es el primer amor (Apocalipsis 2:4), el cual ha sido destruido por el materialismo y la filosofía humanista que domina la sociedad moderna, ya que por multiplicarse la maldad, el amor de muchos se ha enfriado (Mateo 24:12). 






Después debemos devolver  a la Iglesia a las sendas antiguas (Jeremías 6:16), y para lograrlo necesitamos retomar la historia, tanto dentro del marco Bíblico, como de la historia de la  Iglesia, porqué cuando ignoramos la misma, terminamos repitiendo los mismos errores del pasado.

No es fácil reparar los daños causados por el tiempo, máxime cuando han ocurrido lentamente mediante el llamado “efecto acumulativo”[1]

Estos cambios son tan lentos que se vuelven imperceptibles por los que viven dentro de ellos, y a la vez, se van generalizado. Por ejemplo, empecemos por la fuente de nuestra fe, las Sagradas Escrituras; los traductores, de buena fe han ido adaptando las traducciones a la evolución lingüística de los tiempos, siguiendo, sin malas intenciones, los cambios de palabras con sinónimos mas diplomáticos, o buscando usar un lenguaje inclusivo [2], y sin darse cuenta, modificaron algunos conceptos, originándose la desvirtuación de principios básicos en la doctrina. Es por ello que tenemos muchas palabras que le han quitado a la doctrina su sustancia, pues los términos diplomáticos le quitan peso a la verdad Bíblica.

Partiendo del daño hecho al texto de las Sagradas Escrituras, aparecen corrientes teológicas liberales que dan paso a nuevas revelaciones y enseñanzas heréticas que se esparcen como un SIDA espiritual entre las diversas congregaciones evangélicas. Esto diluye la claridad en algunos conceptos fundamentales dentro del análisis exegético, los cuales alteran el sentido del texto, adaptándose a la interpretación de las corrientes modernistas, influenciadas por las filosóficas existencialistas [3], que cada vez son más secularizadas y desposeídas de los valores históricos, para adaptarse a las nuevas corrientes teológicas. Un ejemplo de ello lo tenemos en el materialismo práctico, que establece parámetros para medir el éxito por la prosperidad económica, generando el consumismo y bienestar material como objetivo para alcanzar la felicidad.

Estas ideas han desencadenado la teología de la codicia, mal llamado "teología de la prosperidad", que genera la ambición y proclama la prosperidad como meta de fe. El deseo de tener, convierte el dar en una fórmula para comprar las bendiciones y dones de Dios, adoptándose a toda una retorica de éxito, multiplicación material, y medición de la fe por lo que tengo, y no por lo que soy, vivo y creo.
Forja un concepto errado de la bendición de Dios y nos lleva a desvirtuar la espiritualidad, ademas de crear un criterio basado en la apariencia, donde el “tener” es más importante que el “ser”.

Esto hace que se repita la historia de la iglesia católica en la Edad Media,  donde con dinero se compraba bendiciones, posiciones y poder, lo que desencadeno la competencia entre las catedrales y basílicas por obtener  reliquias u osamentas de santos, que le acreditaran que por medio de ellas, a los peregrinos obtenían mas indulgencias, bendiciones y milagros. Hoy luchamos para ver quién tiene la iglesia-"templo" más grande, quien canta mejor, quien es mas bendecido y donde se puede obtener una mayor “unción”, además de buscar quien es el más prospero, porque con este parámetros medimos la espiritualidad. ¿Qué produce esto?; Envidia, presunción y vanagloria.

La Iglesia moderna ha caído en el error denominado  “La estratificación social”. ¿Qué significa esta terminología?  La forma en que la sociedad se agrupa en estratos sociales  de acuerdo a los diferentes criterios que categorización a las personas según su ocupación e ingreso, riqueza y estatus, poder social, económico o político.

La estratificación social es un medio para representar la desigualdad social de una sociedad respecto a la distribución de los bienes y atributos, socialmente valorados fuera del marco Bíblico, y clasificándolos según su estatus económica en clases sociales que suele estar relacionada con el tipo de fuente de ingreso que tiene el sistema social en el cual viven.

El concepto de estratificación social establece una jerarquía social que crea desigualdades estructurales que tristemente se manifiesta en el ministerio, creándose títulos que en realidad son funciones, pero también puede implicar relaciones no jerárquicas, produciendo una separación horizontal entre los hermanos, discriminándose a los pobres y apareciendo supuestas iglesias de ricos, pobres, negros, blancos, indios, razas.

Las formas de estratificación social, genera discriminación y tiene su origen en los conceptos de la esclavitud, las castas, los estamentos y los grupos privilegiados.

Una vez que estas corrientes entran a la vida de la Iglesia, disfrazada con una falsa prosperidad y bendición, se rompen los muros de contención que nos separan del mundo, y comenzamos a adquirir y adoptar métodos mundanos dentro del quehacer de la Iglesia. Hacemos el mensaje más ameno, menos confrontativos y más motivacional.

Ahora le damos más importancia a lo externo que lo interno. Buena apariencia física, adoptamos modas, edificios bien acondicionados y cómodos, con programas atractivos, en donde introducimos el arte como esencia del mismo, desplazando la Palabra de Dios a un segundo plano. Esto produce un cambio de liturgia. Todo se vuelve técnico, mecánico, manipulativo y artístico, por lo que el pueblo pierde la espontaneidad para caer en la manipulación.

En las iglesias modernas la apariencia importa mucho. Si no tengo una buena ropa, no voy al culto. Ahora me fijo en la apariencia de los hermanos, y hasta le pongo precio a los asientos, cuanto más cerca del púlpito estemos, mas hay que ofrendas o diezmar, porque estamos más cerca de la "unción". La ambición envuelve los mensajes que usan técnicas de intimidación y extorsión para dar diezmos y ofrendas, ofreciendo a cambio bendiciones y unciones. Todo esto  está a la orden del día muchas congregaciones.

La teología de la opulencia destruyo la solidaridad y la sencillez haciéndose realidad el mensaje de Santiago 2:2-4 donde nos fijamos más en la apariencia de los que asisten que en la necesidad espiritual de los corazones.
El amor se vuelve interesado. Los  pobres son marginados y olvidados (Jeremías 5:28). El concepto de equidad enseñado por la Iglesia primitiva se pierde. Los ministros se vuelven lustrosos, magnates, una élite que reclaman títulos y reconocimientos, y algunos se vuelven -inaccesibles- para sus ovejas. Por eso necesitamos restaurar los valores apostólicos de la Iglesia primitiva.


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[1]– Una terminología procedente de la tendencia al incremento aritmético de los factores que intervienen en un proceso. En el sentido teológico se refiere a los daños lentos que se produce en la vida eclesial que por ser tan lentos no se distinguen de inmediato, sino a largo plazo y al cabo de los años produce un efecto leudante de los principios doctrinales.
[2] -El lenguaje inclusivo es un estilo que intenta asegurar que todos los miembros de la sociedad son tratados con el mismo respeto y que ningún individuo o grupo es pasado por alto o denigrado. El lenguaje inclusivo evita los términos que pueden ser considerados ofensivos o en cuyos estereotipos algunas personas se concentran para ver en qué se diferencian de los demás. Por ejemplo, el lenguaje que hace suposiciones sobre los individuos basándose en su raza, discapacidad, sexualidad o género podría no ser considerado inclusivo
[3] -Las tres corrientes que más influyen en la interpretación bíblica son, el relativismo, el pragmatismo, y el humanismo. Tenemos que hacer una investigación directa tres corrientes filosóficas.


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EL CONCEPTO ERRADO SOBRE EL MINISTERIO

No cabe duda que la causa del deterioro doctrinal  y vivencial en la iglesia evangélica se ha debe a los ministros que las presiden, y a la permisividad de sus autoridades denominacionales, porque no han sabido mantener y transmitir la Palabra de Dios coherentemente, y  han mezclado la misma con sus propias revelaciones e interpretaciones, manipulándolas para hacerle decir lo que ellos han querido enseñar.

Ser fiel a la doctrina y a los principios históricos es el fundamento para no adulterar la verdad y caer en herejías. La Palabra de Dios podemos complementarla, pero no anularla ni distorsionar en su sentido  histórico, como se hace hoy día. Es por ello que debemos definir los cuatros conceptos básicos de las enseñanzas de Jesucristo sobre los cuales podemos definir las funciones de los ministros del Evangelio.


LOS CUATROS PRINCIPIOS BÁSICOS DEL EVANGELIO

Para atender  claramente la concepción de los principios básicos del ministerio, debemos establecer los fundamentos sobre los cuales descansan el Evangelio de Jesucristo. He aquí la definición de los cuatro principios básicos para interpretar el propósito de Dios a través de el quehacer de la Iglesia.


SEÑOR  (KYRIO)

El título dado por Dios a Jesucristo fue el de SEÑOR (KYRIOS) Filipenses 2:11, Hechos 2:36. La expresión usada en el texto Bíblico fue de Kyrios, una expresión de origen griego que significa “Señor”, “Maestro” “Amo”, “Dueño” “Soberano”. Por parte de los cristianos, el término Kyrios era usado como sinónimo de Dios o Jesús.

La palabra Kyrios aparece más de 600 veces en el Nuevo Testamento, principalmente  en la versión de la Septuaginta, (traducción de la Biblia hebrea al griego) y también en el Nuevo Testamento griego. Por su parte, en el Antiguo Testamento se usaba tres expresiones principales para referirse a Dios: Elohim, Jehová o Yahve, o Adonai, es por ello que el uso de la palabra Kyrios era para sustituir las identificadas en el A.T.

Este concepto establece el principio del Señorío de Cristo, el cual es el dueño de todos aquellos que forman Su Reino y se someten a Su llamado aceptando sus demandas Juan 15:14. Es bueno entender que los que forman Su Reino fueron rescatado y comprados a precio de su sangre 1 Pedro 1:18-19, ofrendando su vida en propiciación por nuestros pecados 1 Juan 4:10, razón por lo cual le proclamamos el Señor.


REINO

Si Jesús es el Señor, indudablemente tiene un Reino. El término procede del latín “regnum”, define aquel territorio cuyos habitantes están sujetos a un rey con poderes Soberanos. Se trata de un Estado regido por una monarquía, que rige un gobierno en la que el cargo supremo es unipersonal, vitalicio y, por lo general, hereditario, ejerciendo los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial.  Jesús vino a establecer “el Reino de Dios en la tierra” del cual Él es el Señor o soberano. Así fue anunciado por Juan el Bautista en Mateo 3:2, y después Jesús comenzó a predicar un Evangelio definido como “el Evangelio del Reino” Mateo 4:23. Este término aparece más de 360 veces en el Nuevo Testamento y define claramente el marco de la Iglesia en su quehacer durante el periodo de la gracia.


SIERVOS

Todo se complementa. Si Jesús es Soberano de un Reino ¿Qué son los que viven dentro de este reino? Sus súbditos, lo cual equivale a ser siervos. ¿Qué significa el concepto de “siervo”?. Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE)  el término procede del latín “servus” que en castellano es siervo. Este concepto se emplea para nombrar a un esclavo que de acuerdo al marco histórico de su época era una persona comprada para el servicio de un señor. Este concepto  está bien definido en el relato de Lucas 17:7-10, por lo que se deja ver que dentro del reino todos estamos sujeto a un amo al cual tenemos que servir incondicionalmente, sin esperar nada a cambio, ni siquiera las gracias (Verso 9), y después que hayamos hecho todo lo que el Señor del reino nos ha mandado, tenemos que decir “siervos inútiles somos”  ¿Y porque?  Porque para eso fuimos comprados (Verso 10).

Es bueno entender el concepto del señor feudal en la época Bíblica, e incluso en la Edad Media. El tenía la potestad de decidir en numerosos asuntos de la vida de sus siervos y sobre sus posesiones. El siervo no podía traicionar al señor feudal, ya que él le suministraba vivienda, parte de las cosechas y sus prendas. Así que el siervo depende 100% de su amo en todo. Esto se define claramente en el marco histórico.

MAYORDOMO

Tomando en cuenta los conceptos anteriores, cuando a un siervo se le encomienda  la administración de un área dentro del Reino se le da el título de mayordomo. ¿Qué es un mayordomo? Procede del griego  “epítropos, oikonómos” [del verbo oikonomé) e indica una persona empleada para administrar una propiedad o negocios de otra persona, y responsable por ellos ante su Señor. Un ejemplo de ello lo tenemos en José, uno de los hijos de Jacob el cual fue mayordomo sobre la casa de Potifar (Génesis 43:19;)  En el N.T. aparece de forma directa 6 veces, y se refiere a una persona que fue comprada para servir a un amo, el cual le encomienda cierta responsabilidad en su reino para desempeñan una parte importante en el trabajo, y se define claramente sus funciones en las parábolas de Jesús (Mateo 20:8; Lucas 12:42; 16:1-9).

A la mayordomía se le da una aplicación espiritual en dos sentidos; uno relacionado al manejo de nuestros recursos y el apoyo al Reino de Dios, y otro en el aspecto relacionado al ministro cristiano, el cual actúa como mayordomo (administrador) del Reino de Dios (Tito 1:7), siendo un “administrador” de los “misterios de Dios” (1 Corintios 4:1, 2) y de la “multiforme gracia de Cristo” (1 Pedro 4:10). Esto establece que los ministros o siervos son llamados para administrar su reino y son responsables ante él por la forma en que enseña y trata a quienes están en oscuridad o forman parte de su grey.


¿QUÉ ES UN MINISTRO?

En la actualidad los llamados “ministros” buscan actuar como dueños, ilustres, señores del rebaño, buscando títulos ostentosos para establecer una casta jerárquicas similar a la de la iglesia Católica. Sobre el concepto de “ministro” hay un  enfoque con un sentido correcto de este término, lo que indica que todos cual somos siervos, puestos por Dios para servir a los demás como administradores de algo que no es nuestro (Marco 10:43, Lucas 6:2), y nos fue dado bajo condiciones especifica (1 Pedro 5:2).

En ese escrito encontramos lo siguiente: “Esta última palabra (ministro) viene a su vez de “minister”, vocablo compuesto de “minus”, comparativo de inferioridad, y del sufijo “ter”, que sirve como término de comparación. La etimología de “minister”, es enteramente opuesta a la de “magister”: de “magis”, comparativo de superioridad, y de “ter”. Así magister, indica una función de autoridad, “minister” expresa precisamente lo contrario; subordinación: el que realiza una función bajo el mando de otro; el que presta un servicio a otro. La etimología nos da pues la idea que la administración se refiere a una función que se desarrolla bajo el mando de otro, de un servicio que se presta [1]”. Creo que esta definición se ajusta al sentido de ser siervos de Jesucristo y administradores del Reino del Kyrios.

El llamamiento es la elección por parte de Dios de ciertas personas entre sus siervos para que lleven a cabo la misión de guiar, doctrinar y velar por el rebaño (Juan 21:17)  haciendo discípulos y llevarlos por el camino correcto, que es la obediencia a todo el consejo de Dios (Hechos 20:27). Sin embargo, cuando esos siervos, a los cuales llamamos ministros, se apartan de la Palabra revelada, y toman sus propias visiones o manipulan La Biblia a su antojo, se vuelven  como los fariseos, ciegos que guían a otros ciegos (Mateo 15:14, 23:24) y conducen a la Iglesia hacia la apostasía.

¿Cómo podemos identificarlos? Por sus frutos y hechos (Mateo 7:20), ya que no viven dentro de los parámetros de la Palabra y se caracterizan por la falta de sencillez y humildad (2 Corintios 11:30), ya que buscan vanagloria y reconocimiento (Filipenses 2:3).

¿Qué debemos de hacer si estamos en una Iglesia así? Salir corriendo, pues la Biblia dice que con los tales ni aun comáis (1 Corintios 5:11), y debemos evitar a todos aquellos ministros corruptos que se lucran de la fe (2 Timoteo 3:5,) para no ser participes de sus malas obras (Filipenses 3:17-19).

El pastor que sigue el modelo de Cristo, por lo general no buscar reconocimientos humanos, tampoco títulos ni posiciones, simple y llanamente se dedican a hacer lo que se debe hacer, sin buscar protagonismo ni vanagloria humana. Se debería haber aprendido del Divino Maestro las dos cualidades más importantes de un siervo de Dios, la humildad y la mansedumbre (Mateo 11:29). Pero vivimos en un mundo lleno de soberbia y orgullo, debemos definir el sentido profundo y Bíblico de la humildad.

La palabra “humildad” proviene del latín “humilitas”, que significa “una persona que se humilla y se pega a la tierra. Es una virtud moral contraria a la soberbia, la cual fue la que dio origen de la caída de Satanás (Isaías 14:13). La humildad se hace evidente en el ser humano cuando reconoce sus debilidades, cualidades y capacidades, aprovechándola para obrar en servicio a los demás, sin decirlo ni hacer alarde. De este modo mantiene los pies en la tierra, sin buscar sobresalir o llamar la atención.
El humilde reconoce su dependencia de Dios y tiene una característica muy peculiar; no busca el dominio sobre sus semejantes ni abusa de ellos, sino que aprende a darles valor a los demás, por encima de sí mismo.


El apóstol Pablo dijo en  Romano 12:3 

Digo pues por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. 

El humilde no mira lo suyo propio, sino lo de los demás (1 Corintios 10:24). Sale en ayuda de los afligidos, extiende su mano al menesteroso (Proverbios 31:20). Vive para servir y no para ser servido (Mateo 20:28).


[1] -https://elteologillo.com/2013/01/19/el-pastor-como-administrador/









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